Diputados de Morena actúan como abogados de gasolineras corruptas

En un espectáculo digno del teatro del absurdo, el titular de la Profeco, Iván Escalante, tuvo que suplicar a los diputados de Morena que dejaran de fungir como abogados pro bono de gasolineras tramposas y hoteles con cucarachas de diseño. La reunión con la Comisión del Trabajo parecía más un episodio de ¿Quién quiere ser millonario?, pero con legisladores haciendo fila para salvar negocios multados por vender aire en lugar de combustible.

“No nos hagan el favor de intervenir“, rogó Escalante, en lo que podría ser el lema no oficial de la Cuarta Transformación: un llamado a la no intervención… excepto cuando se trata de proteger a los amigos del régimen. El procurador confesó que los diputados actúan como uber lobbyists, conectando a empresarios pillados con las manos en la bomba de gasolina, pero sin molestarse en leer los expedientes. “Si no saben del caso, mejor no ayuden“, insistió, en un consejo que, aplicado a otras áreas, revolucionaría el Congreso.

El colmo llegó cuando una diputada —cuyo nombre se perdió en el éter de la conveniencia— alegó que los inspectores usaban pasamontañas para verificar gasolineras. La acusación, digna de una telenovela vespertina, se desmoronó al mostrar el acta firmada por Guadalupe Morales (sí, la misma que juró no haber recibido notificación). ¿Será que en Morena confunden verificación con asalto bancario?

Pero la joya de la corona fue el hotel “fifí” (término científico para “lugar con cucarachas que cuestan como caviar”). Cuatro morenitas de alto nivel —ninguna nombrada, porque la opacidad es el verdadero sexto poder— llamaron para pedir clemencia. Escalante, en un arranque de valentía burocrática, consultó a Sheinbaum, quien le dio luz verde para clausurar. Seis días después, el hotel pagó su multa y volvió a operar, demostrando que en México la justicia es como un spa: temporal y con costo extra.

Mientras, las 250 mangueras inmovilizadas por vender litros de fantasía son el símbolo perfecto de esta era: un país donde hasta la gasolina viene en tamaño económico, pero los favores políticos siguen siendo de lujo.