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Un Romeo jubilado vendió secretos de guerra en Tinder para espías

Un exmilitar convirtió una app de citas en el canal de filtraciones más inverosímil de la historia.

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Un Romeo jubilado vendió secretos de guerra en Tinder para espías

El entonces secretario de Defensa estadounidense Mark Esper en la base de la fuerza aérea en Offutt, Nebraska, probablemente sin sospechar que sus briefings terminarían en chats hot.

WASHINGTON, D.C. — En lo que los analistas ya catalogan como “el acto más romántico de traición desde que Cleopatra enrolló a Marco Antonio”, un exmilitar convirtió su soltería en riesgo para la seguridad nacional. David Slater, de 64 años, demostró que el verdadero campo de batalla moderno está en los corazones solitarios y las apps de citas.

Este teniente coronel retirado, cuyo currículum incluía acceso a los secretos mejor guardados de la OTAN, añadió un nuevo logro: ser el primer espía en confundir Top Secret con Direct Message. Su estrategia: intercambiar coordenadas de misiles por cumplidos en lo que podría ser el único caso documentado de sextorsion geopolítica.

Slater, quien atendía reuniones ultrasecretas sobre Ucrania de día y chateaba con su “novia virtual” de noche, operaba bajo la ingenua premisa de que cuando una ucraniana desconocida te pide detalles de armamento nuclear entre emojis de corazón, solo está coqueteando. “¡Eres mi agente secreto. Con amor”, le escribió su amante digital, en lo que los fiscales consideran la declaración de culpabilidad más cursíamente obvia desde que Benedict Arnold tuiteara “Vendo planes de West Point #Oferta”.

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El Pentágono, mientras revisa sus protocolos de seguridad, estudia incluir un módulo sobre red flags en el espionaje romántico: cuando tu match te pide que describas “las defensas aéreas de Kiev” en lugar de tu signo zodiacal, probablemente no busca alma gemela.

Slater enfrenta hasta una década en prisión, aunque su abogado alega atenuantes: “Mi cliente solo demostró que el verdadero ejército de reserva de Putin son los perfiles falsos de mujeres jóvenes en apps de citas”. Mientras, en Moscú, celebran haber descubierto que la mejor herramienta de inteligencia no son los hackers, sino los solteros desesperados con clearance de seguridad.

Este caso plantea preguntas incómodas: ¿Deben los servicios de inteligencia monitorear Tinder? ¿Será el próximo director de la CIA un experto en detectar catfishing? Y sobre todo: ¿qué dice de Occidente que sus secretos militares puedan comprarse con un “hola guapo” bien puesto?

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