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Internacional

El circo diplomático donde presos y migrantes son moneda de cambio

Un trío de gobiernos negocia libertades en un juego geopolítico donde los migrantes son fichas de ajedrez.

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CARACAS — En un espectáculo digno de un reality show geopolítico, Venezuela ha liberado a 10 rehenes estadounidenses (o “turistas accidentales”, según el relato oficial) a cambio de recuperar a un grupo de migrantes que Estados Unidos había deportado a El Salvador bajo el amable programa de “hospitalidad forzada” del exmandatario Donald Trump. Las autoridades, con una solemnidad que rivaliza con los Oscar, anunciaron este trueque humano como si se tratara de un acuerdo comercial de autos usados.

El trío de países protagonizó esta farsa donde Nicolás Maduro emerge como el “gran negociador”, Trump juega al héroe repatriador y Nayib Bukele, el autoproclamado “presidente cool” de Centroamérica, completa el elenco con su megaprisión de lujo. Marco Rubio, en un comunicado que omitió mencionar la palabra “ironía”, declaró: “Cada estadounidense detenido injustamente en Venezuela ahora está libre”. Claro, porque en la geopolítica, la justicia es un concepto elástico que se estira según el pasaporte.

Los venezolanos, previamente alojados en el exclusivo CECOT (Centro de Confinamiento del Terrorismo, o “resort carcelario” según la propaganda bukeliana), fueron trasladados en autobuses con escolta antidisturbios, como si fueran estrellas de rock… si las estrellas de rock viajaran esposadas. Uno de ellos, en un acto de rebeldía digno de Oscar, lanzó un gesto obsceno a sus anfitriones. ¡Bravo! Maduro, por su parte, declaró el día como “una bendición”, omitiendo mencionar que en su diccionario, “bendición” es sinónimo de “oportunidad propagandística”.

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Mientras tanto, en Estados Unidos, las familias de los liberados coreaban “¡inocentes!”, como si en este teatro geopolítico alguien llevara la cuenta real de culpas y redenciones. Lucas Hunter, según su familia, fue “secuestrado mientras vacacionaba”. Porque, como todos sabemos, Caracas es el nuevo Cancún para turistas incautos. Su hermana habló de una “terrible experiencia”, aunque menos terrible que la de los migrantes venezolanos que perdieron órganos en el spa salvadoreño de Bukele.

Este intercambio, más calculado que un presupuesto de campaña, le permite a Maduro posar como protector de migrantes (mientras su país sigue exportando ciudadanos a punta de miseria) y a Trump limpiar su imagen de “deportador en jefe”. Bukele, por su parte, sigue acumulando puntos para su próxima temporada de “El Salvador: Dictadura Edición Premium”.

Lo más hilarante: mientras el Departamento de Estado insiste en que Maduro es “ilegítimo”, sus funcionarios negocian con él como si fuera el dueño de un puesto de tacos en la frontera. La hipocresía, al parecer, es el verdadero lenguaje diplomático.

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Epílogo: Renzo Huamanchumo, el prisionero peruano-estadounidense, fue acusado de conspirar contra Maduro. Su único crimen, según su tía: “enamorarse”. En esta tragicomedia global, hasta el amor es un delito político.

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