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La aristocracia de las apps o cómo robar despensa con aires de realeza

Una “aristócrata” del delivery demuestra cómo el privilegio se sirve sin pagar la cuenta.

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En el reino distópico de las plataformas digitales, donde los plebeyos repartidores sudan por propinas inexistentes, ha surgido una nueva dinastía feudal: las Ladies de la economía colaborativa. La última en coronarse, Lady Despensa I de Argentina, ha demostrado que la aristocracia moderna no necesita castillos: le basta un departamento en la CDMX y un repartidor al que exprimir como limón de taquería.

Su método de gobierno es sencillo: 1) Ordena víveres como si firmara un decreto real, 2) Recibe al mensajero con el derecho de pernada del siglo XXI (esto es, negarse a pagar), y 3) Cuando el siervo reclame, amenace con su consorte y la santa inquisición de la policía cibernética. Todo ello, por supuesto, documentado para el reality show involuntario que son las redes sociales.

El vasallo digital, cuyo único crimen fue creer en el sueño neoliberal de las apps, intentó negociar con la monarca: “¿Majestad, aceptará transferencia o prefiere que camine tres leguas en busca de cambio como en el medievo?”. La respuesta fue un edicto real grabado en video: “¡Devuélveme mi oro o llamaré a mi caballero armado de Uber!”.

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Mientras el reino virtual exige justicia (o al menos un tuit de Rappi), la corte de Twitter ya debate si esto es colonialismo digital o simplemente el capitalismo tardío en su versión más grotesca. Lo cierto es que, en esta farsa, el único que perdió fue el repartidor: su salario, su dignidad y, quizá, la fe en que las plataformas lo protegerán de la nueva nobleza parasitaria.

Y así, entre algoritmos y virales, se escribe el nuevo código de las Leyes de Indias: donde los conquistadores llevan tarjetas de crédito y los nativos… bueno, los nativos siguen entregando despensas a cambio de promesas.

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