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La app feminista hackeada expone la hipocresía de la vigilancia romántica

La app que prometía seguridad femenina ahora exhibe sus propias vulnerabilidades en un giro irónico.

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La app feminista hackeada expone la hipocresía de la vigilancia romántica

No se expusieron direcciones de correo electrónico… solo dignidades.

WASHINGTON, DC. — En un giro digno de un guion de Black Mirror, Tea, la aplicación que se autoproclamaba guardiana de la seguridad femenina en el salvaje oeste de las citas digitales, ha sido víctima de su propio juego. La plataforma, diseñada para que las mujeres denuncien anónimamente a hombres “problemáticos”, ahora ve sus secretos exhibidos en el escaparate digital de 4Chan, el sótano de internet donde la ironía va a morir.

La compañía, con la solemnidad de un político en campaña, anunció: Hemos contratado expertos en ciberseguridad —traducción: Estamos googleando “cómo arreglar un servidor” mientras lloramos sobre nuestro café de $8—. Mientras tanto, los usuarios de la app descubrieron que la justicia vigilante tiene un precio: cuando la base de datos queda expuesta, los cazadores se convierten en presas.

La paradoja del Tea Party digital

Fundada por Sean Cook, un ingeniero iluminado por las experiencias aterradoras de su madre (quien, al parecer, salió con todos los villanos de Law & Order), Tea prometía ser el Yelp de los solteros. ¿Es un criminal? ¿Está casado? ¿Usa calcetines con sandalias?, preguntaban las usuarias mientras subían selfis comprometedoras. Hasta que, oh sorpresa, los algoritmos no distinguen entre víctimas y verdugos.

Descubrí 20 señales de alerta, incluyendo acusaciones de agresión, escribió una usuaria en su reseña. Lo que no mencionó: que ella misma había denunciado a 15 hombres por respirar de forma sospechosa.

El circo de la moral selectiva

Mientras Tea alcanzaba 4 millones de usuarios (y otros tantos demandantes), The Times de Londres la tachó de justicia por mano propia. ¿La crítica? Vino de un periódico que publica fotos de celebridades en bikini sin consentimiento. La privacidad es un derecho humano… excepto cuando conviene a la narrativa.

Al final, el hackeo dejó una lección más valiosa que cualquier consejo de citas: en el teatro de la vigilancia digital, todos terminamos desnudos en el escenario. Y Tea, queridos usuarios, acaba de perder el guion.

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