Tres muertos en Culiacán mientras autoridades miran hacia otro lado

CULIACÁN, Sin. — En un espectacular despliegue de eficiencia institucional, dos hombres fueron ejecutados a balazos a escasos metros de un puesto militar, demostrando una vez más que las fuerzas del orden son tan efectivas como un paraguas en un huracán. Un tercer cadáver, perteneciente al suegro de una de las víctimas, apareció discretamente apartado, como si los victimarios quisieran darle un toque de misterio gourmet al crimen.

Las víctimas, identificadas como Noé Ernesto (25) y Filiberto (30), habían sido secuestrados previamente por sujetos armados, quienes —en un gesto de consideración— les permitieron disfrutar de unas últimas horas de vida antes del desenlace. Oswaldo (59), el tercer fallecido, había sido reportado como desaparecido, aunque las autoridades, ocupadas en tareas más urgentes (como llenar formularios en triplicado), no lograron encontrarlo… hasta que ya no importaba.

Los familiares, en un arrebato de ingenuidad, habían denunciado las desapariciones, esperando que las corporaciones policiales actuaran con la celeridad de una serie de Netflix. Pero, en un giro sorpresa, el Estado demostró su especialidad: la impunidad express. “Sí, anotamos su queja en la libreta de cosas pendientes“, declaró un funcionario ficticio mientras bebía café con leche.

Así, Culiacán suma otro capítulo a su historia de violencia, donde los únicos que parecen trabajar a tiempo completo son los criminales. ¿Las fuerzas de seguridad? Ah, esas están en stand by, esperando que el problema se resuelva solo… o que al menos les den más presupuesto.