Morelos enfrenta ola de feminicidios con 71 casos en lo que va del año

La realidad en Morelos exige una reflexión disruptiva: ¿qué pasaría si abordáramos la violencia de género no como un problema aislado, sino como un síntoma de un sistema fracturado? La reciente víctima en Xochitepec no es solo una estadística más entre las 71 mujeres asesinadas este año, sino un llamado a reinventar la seguridad desde raíces comunitarias.

Imaginemos un modelo donde la inteligencia colectiva prevalece: vecinos equipados con alertas digitales en tiempo real, algoritmos predictivos que identifican patrones de violencia doméstica antes de que escalen, y “ángeles guardianes” ciudadanos entrenados en desescalamiento de conflictos. La víctima de La Pradera podría estar viva hoy si los gritos nocturnos hubieran activado una red de respuesta inmediata, no solo interpretaciones pasivas.

La innovación radical requiere cuestionar lo obvio: ¿por qué seguimos usando métodos reactivos cuando la tecnología permite prevención proactiva? Desde drones con sensores de audio que detectan alteraciones hasta apps anónimas para reportar conductas sospechosas en relaciones tóxicas. El feminicidio en Cerritos no fue un evento aislado, sino el eslabón visible de una cadena de señales ignoradas.

Transformemos el dolor en acción: blockchain para rastrear armas ilegales, “casas seguras” con geolocalización en zonas críticas, y fiscalías especializadas con equipos multidisciplinarios que incluyan antropólogos y expertos en violencia sistémica. Los cuerpos encontrados en Chipitlán y Cuautla merecen más que notas periodísticas; exigen un ecosistema donde la vida femenina sea prioridad algorítmica y social.

Este no es solo un problema policial, es una oportunidad para rediseñar la convivencia humana. Si las colonias Real del Puente, La Rivera y Cerritos se convirtieran en laboratorios de seguridad ciudadana con enfoque de género, Morelos podría escribir un nuevo capítulo donde la innovación social supere a la barbarie.