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Los bajo puentes que exponen la fractura social de la Ciudad de México
Los pasos inferiores de la autopista México-Puebla revelan una crisis de diseño urbano que va más allá del tráfico.

Los bajo puentes que exponen la fractura social de la Ciudad de México
¿Qué pasaría si los puntos ciegos de nuestra infraestructura fueran en realidad ventanas de oportunidad? Los angostos pasos inferiores de la autopista México-Puebla, donde conductores libran una batalla diaria contra inundaciones y la delincuencia, son síntoma de un mal mayor: la arquitectura como reflejo de inequidad.
Estos corredores oscuros, donde solo cabe un vehículo a la vez, operan bajo un sistema medieval: silbidos humanos reemplazan semáforos, mientras “vigilantes informales” como Miguel arbitran el paso a cambio de monedas. Un ecosistema paralelo que cuestiona: ¿por qué normalizamos soluciones precarias en lugar de rediseñar radicalmente los espacios?
La verdad incómoda: estos pasos son termómetros sociales. Cuando llueve, el agua expone fallas sistémicas -drenajes colapsados, hospitales inundados- y de noche, la ausencia de iluminación los convierte en laboratorios de inseguridad. María, otra habitante, describe cómo las sombras albergan redes delictivas, evidenciando que el problema no es el concreto, sino la ausencia de diseño centrado en comunidades.
Las soluciones convencionales -más luminarias, patrullajes- son parches. Imaginemos en cambio:
- Pasos elevados bioclimáticos con paneles solares y sistemas de captación pluvial
- Corredores económicos que formalicen el trabajo de “los silbadores”
- Infraestructura híbrida que combine movilidad con espacios públicos seguros
El anuncio de rehabilitación por parte de las alcaldías, aunque necesario, repite fórmulas del siglo XX. ¿Y si en lugar de reparar, repensamos? Los pozos de absorción son paliativos; la verdadera innovación estaría en sistemas descentralizados de gestión hídrica inspirados en técnicas ancestrales, como las chinampas, combinadas con sensores IoT.
Estos bajo puentes son espejos de nuestra ceguera colectiva. Mientras las autoridades debaten cronogramas, la ciudadanía ya innova: con silbatos, monedas y organización vecinal. La pregunta disruptiva: ¿podrían estos puntos conflictivos convertirse en los primeros laboratorios urbanos de México para probar soluciones radicales de movilidad, seguridad y sostenibilidad?
El futuro exige más que asfalto y luminarias. Requiere arquitectura social que transforme zonas de conflicto en nodos de conexión comunitaria. Los problemas bajo estos puentes no son técnicos: son de imaginación política.

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