Puerto Rico declara emergencia hídrica mientras hoteles y ciudadanos compiten por gotas

SAN JUAN (AP) — En un giro tragicómico que nadie vio venir (excepto todos), la gobernadora Jenniffer González ha declarado el estado de emergencia tras descubrir que el agua, ese líquido mitológico que solía salir de los grifos, se ha extinguido en miles de hogares. La medida más innovadora: desplegar a la Guardia Nacional para repartir botellas como si fueran bonos de austeridad.

Las cifras son elocuentes: 180.000 ciudadanos convertidos en buscadores de oasis urbanos, mientras una docena de hoteles —esos templos del turismo— amenazan con cerrar sus jacuzzis. “Prioridades claras”, musitó un vecino mientras llenaba cubos de agua en un camión militar, bajo la atenta mirada de un soldado que revisaba su identificación… por si acaso.

El verdadero misterio, sin embargo, no es la tubería reventada por una empresa anónima (cuyo nombre la autoridad de agua protege con más celo que un secreto de estado), sino cómo el director de dicha autoridad sigue en su puesto. “Es un experto en resiliencia“, explicó González, mientras los ciudadanos aprendían a ducharse con un vaso de agua y los hoteles recibían camiones cisterna con etiqueta VIP.

Mientras tanto, el recién nombrado coordinador especial prometió un informe en 10 días. “Será tan revelador como el manual de instrucciones de un grifo”, ironizó un legislador opositor, mientras las comunidades rurales —acostumbradas a vivir en el Medievo hídrico— se preguntaban si esta vez les tocaría una gota.

La moraleja: en la isla donde el sol sobra y el agua escasea, la única ley que nunca falla es la de los privilegios primero. Y si no, que se lo pregunten a los huéspedes del Ritz-Carlton, ahora oficialmente más hidratados que un paciente de diálisis.