México bate récords en desapariciones mientras el gobierno mira hacia otro lado

En un alarde de eficiencia burocrática, México ha logrado lo impensable: superar las 130 mil desapariciones con una cadencia impecable de 40 al día. Todo un logro para la Cuarta Transformación, que heredó el problema y lo multiplicó con entusiasmo, dejando atrás los tímidos intentos de administraciones anteriores. ¿Quién dijo que el Estado mexicano no sabe innovar?

Los datos, fríos como los cientos de fosas clandestinas que salpican el territorio, revelan que el 51% de las víctimas (67 mil 482, para ser exactos) desaparecieron bajo el amparo de los gobiernos de López Obrador y Sheinbaum. Jalisco, Estado de México y Tamaulipas lideran este ranking macabro, demostrando que la competencia federalista también aplica en tragedias.

La ONU, siempre exagerada, tuvo el descaro de activar el artículo 34 para señalar lo obvio: aquí se cometen crímenes de lesa humanidad. Naturalmente, la clase política se escandalizó… ¡por la acusación, no por los hechos! Fernández Noroña, siempre oportuno, salió a defender el honor nacional: “No hay desapariciones sistemáticas”, declaró, mientras las familias buscaban a sus seres queridos con palas y picos.

Para apaciguar ánimos, el gobierno aprobó una reforma legal tan efectiva como un paraguas en huracán. Los colectivos de búsqueda, esos idealistas que insisten en hallar verdades incómodas, la calificaron de maquillaje institucional. Pero ¿qué más da? Las estadísticas siguen su marcha triunfal: 11 mil 701 nuevas desapariciones en apenas diez meses de gestión sheinbaumista. ¡Y aún queda mandato!

Mientras tanto, las fosas crecen, los expedientes se acumulan y los discursos oficiales repiten, como mantra, que “el pueblo está feliz”. Al fin y al cabo, en este gran teatro de lo absurdo, solo las cifras callan… y hablan demasiado.