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La educación que golpea primero y pregunta después

Un caso de agresión en el aula desata protestas y revela fallas en el protocolo contra el acoso.

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La educación que golpea primero y pregunta después

Foto: El Universal

En un giro kafkiano que Kafka hubiera rechazado por demasiado obvio, la Universidad Politécnica de Tulancingo demostró que su política contra la violencia es tan contundente como un guante de seda: expulsaron al estudiante que osó defenderse de un profesor (según él, mediante violencia institucional) pero al docente solo le dieron unas vacaciones pagadas mientras el Comité de Ética decide si el golpe fue educativo o simplemente un golpe.

El espectáculo continuó con 50 alumnos gritando “¡Fuera rector!” como si estuvieran en un reality show de justicia instantánea, mientras el secretario académico hizo una aparición estelar de 30 segundos, suficiente para que los manifestantes sintieran el cálido abrazo de la burocracia. Daniel Fragoso, subsecretario de Educación, explicó con solemnidad que no había denuncia formal, solo una “verbal”, lo que en lenguaje institucional significa: “Si no está en papel, es como si lloraras bajo la lluvia”.

Mientras tanto, el rector aseguró que todo sigue en normalidad académica, porque en el mundo al revés de la educación superior, “normalidad” incluye golpes, protestas y comités que investigan ética con la misma urgencia con que los glaciares se derriten. Las quejas por bullying, según él, son solo “conflictos entre estudiantes”, como si los puñetazos fueran un nuevo método de evaluación por competencias.

Así, entre suspensiones temporales y derechos laborales intactos, la universidad nos regala una lección magistral: cuando la violencia es institucional, la justicia es temporal, pero el expediente administrativo es eterno.

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