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La madera ilegal vuela más bajo que las mariposas Monarca

Mientras las mariposas buscan refugio, la ambición humana sigue devastando su santuario natural.

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En un giro irónico digno de Los viajes de Gulliver, la Profepa “descubrió” que en Michoacán —santuario de las etéreas Monarca— los árboles siguen siendo víctimas de ese deporte nacional llamado tala clandestina. Tres mil quinientos metros cúbicos de madera, equivalentes a un bosque portátil, esperaban tranquilamente en aserraderos como si fueran muebles de IKEA.

Las inspecciones —realizadas entre el 30 de julio y el 1 de agosto— revelaron que en San Joaquín y Puerto Bermeo operan artesanos de la ilegalidad especializados en convertir oyameles centenarios en tablones sin papeles. “No tenían remisiones”, declaró la autoridad, como si los talamontes suelen llevar facturas con IVA incluido.

Lo más hilarante: el cedro blanco, especie protegida por la NOM-059, apareció en el inventario ilegal. Una metáfora perfecta: mientras el gobierno emite normas, los depredadores las usan… para envolver la madera robada. Los procedimientos penales anunciados son el equivalente ecológico a ponerle una multa de estacionamiento a un narco.

Y así, entre escándalos métricos (“¡128.39 m³ exactos!”) y burocracia verde, el hábitat de las Monarca se reduce a un parte policial. Swift propondría criar talamontes para venderlos como atracción turística. Orwell diría que algunos bosques son más iguales que otros.

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