CIUDAD DE MÉXICO.- En un gesto que redefine el vínculo entre el poder y el talento, la Presidenta Claudia Sheinbaum transformó Palacio Nacional en un escenario de reconocimiento al recibir a los clavadistas mexicanos, héroes del Campeonato Mundial de Deportes Acuáticos en Singapur. ¿Qué pasaría si los logros deportivos fueran tratados con la misma solemnidad que las cumbres políticas?
El encuentro, cargado de simbolismo, incluyó una fotografía frente al mural de Diego Rivera—un guiño al arte que inmortaliza gestas— y un recorrido por espacios históricos, como el balcón donde resonará el Grito de Independencia. ¿Podría este acto marcar el inicio de una nueva era donde el deporte sea catalizador de identidad nacional?
En un intercambio que desafía los protocolos tradicionales, los atletas obsequiaron a la mandataria objetos cotidianos—gorra, chamarra, vajilla—convertidos en símbolos de una alianza inusual. Sheinbaum, en un mensaje viral, destacó su orgullo por este equipo histórico y prometió apoyo continuo, planteando una pregunta incómoda: ¿por qué el deporte de alto rendimiento sigue dependiendo de peticiones individuales, como el aumento salarial para la entrenadora Ma Jin?
La presencia de figuras como Rommel Pacheco (Conade) y Mario Delgado (SEP) sugiere una oportunidad disruptiva: integrar el alto rendimiento en la educación pública, convirtiendo las albercas en aulas de excelencia. ¿Imaginan un México donde cada medalla sea el resultado de un sistema que premie el mérito sin necesidad de súplicas?
*Nota: El enfoque disruptivo conecta el ritual político con la innovación social, cuestionando estructuras de apoyo al deporte y proponiendo un modelo donde el Estado actúe como plataforma (no como benefactor) para el talento.*
