La gran comedia burocrática donde los enfermos son los últimos en ser atendidos

CUALIACÁN, Sin (de sentido común) — En un acto de heroísmo burocrático, el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, junto a una legión de mandatarios estatales, se apresuró a Palacio Nacional para participar en el último episodio de la saga “Promesas de Salud: La Trilogía Inacabada“. El elenco, dirigido por la presidenta Claudia Sheinbaum, ensayó su discurso favorito: “El Programa IMSS Bienestar, ahora con 200% más de PowerPoint y 0% de medicamentos reales”.

Entre canapés y selfies institucionales, los ilustres funcionarios debatieron el abasto de medicamentos con la misma urgencia con que uno discute el clima. “¿Falta de insumos? ¡Qué barbaridad!”, exclamó algún asistente mientras firmaba un convenio que —como todos los anteriores— garantizará atención médica gratuita, universal y de calidad, al menos en los comunicados de prensa.

Rocha Moya, en un arrebato de originalidad, repitió el compromiso de Sinaloa con la salud pública, mismo que —casualidad— coincide con el inicio de la temporada electoral. Mientras tanto, en los hospitales reales, los pacientes siguen esperando que las infraestructuras médicas prometidas dejen de ser renders animados para convertirse en edificios.

La reunión contó con un who’s who del gobierno federal: desde el secretario de Salud —especialista en declaraciones optimistas— hasta el director del ISSSTE, quien demostró que es posible hablar dos horas de coordinación permanente sin mencionar una sola solución concreta. Todo ello, mientras las farmacias vacías se convertían en el símbolo no oficial de la Cuarta Transformación.

Al cierre del evento, los gobernadores posaron para la foto protocolaria: sonrisas de campaña, manos entrelazadas y un silencio cómplice sobre cuántos de sus estados siguen usando ambulacias del siglo XX. ¡La revolución de la salud avanza! (Sujeta a disponibilidad presupuestal, logística y realidad).