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México agoniza entre sequía y amenazas por deuda de agua con EE.UU.

La crisis hídrica desata una batalla diplomática donde el líquido vale más que el petróleo.

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México agoniza entre sequía y amenazas por deuda de agua con EE.UU.

En un giro tragicómico de la geopolítica, México se ha convertido en el deudor moroso del patio trasero imperial, donde el agua cotiza más alto que el crudo y las excusas. Con 78 días para evitar que Donald Trump convierta el Río Bravo en un arma arancelaria, el país baila al ritmo de una sequía que no perdona ni a burócratas ni a campesinos.

La cuota quinquenal –ese eufemismo burocrático para decir “rescate hídrico”– exhibe un déficit del 58%, equivalente a mil 259 millones de metros cúbicos de lágrimas no derramadas. Mientras, Texas exige su libra de líquido con la delicadeza de un vaquero armado con una factura.

La ironía es sublime: en noviembre, Biden y Sheinbaum firmaron el Acta 331, un documento que prometía flexibilidad y que ahora vale menos que un charco evaporado. Trump, cual prestamista de película, respondió cerrando la llave y amenazando con sanciones que harían parecer el T-MEC un acuerdo de jardín de niños.

Julio trajo un abono significativo97.1 millones de m³–, suficiente para llenar estadios pero no la insaciable sed del tratado de 1944. La CILA, ese tribunal flotante donde se mide el agua pero no la desesperación, registró el gesto como “el segundo mayor del ciclo”. Pequeño consuelo cuando el reloj corre más rápido que los afluentes.

Las cifras son elocuentes: al 6 de agosto, 899.4 millones entregados, pero la sequía, aunque disminuida del 75% al 26%, sigue siendo el juez implacable. Mientras, Trump amenaza con intensificar consecuencias –traducción: aranceles para ahogar al ahogado– hasta que Texas reciba “lo que se le debe”. Como si los ríos entendieran de deudas.

El grupo de trabajo creado por el Acta 331 ahora busca “nuevas fuentes”. ¿Acaso pretenden exprimir las nubes o empaquetar el aire húmedo? En este absurdo hidrodiplomático, México aprende por las malas que en el siglo XXI, las guerras no se libran por petróleo, sino por gotas.

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