El negocio macabro de las funerarias que convirtieron el duelo en fraude

En un giro digno de una tragicomedia barroca, el crematorio Plenitud de Ciudad Juárez ha demostrado que hasta la muerte puede ser un negocio turbio. De los 386 cadáveres acumulados como si fueran mercancía en un almacén de dudosa procedencia, solo 27 han sido devueltos a sus afligidos familiares. ¡Qué eficiencia! Mientras tanto, las funerarias asociadas a este circo macabro parecen haber confundido servicio funerario con estafa piramidal.

La Fiscalía General del Estado, en su papel de detective torpe en una película de bajo presupuesto, anunció que 33 cuerpos han sido “plenamente identificados”. ¿Plenamente? Uno imagina certificados notariados firmados por los difuntos. Otros 39 están en “hipótesis de identidad”, término burocrático que significa: “Adivinamos, pero no apostamos el sueldo”. Las familias, por su parte, reciben asesoría de la CEAVE para decidir entre incinerar o inhumar a sus seres queridos, como si eligieran el menú de un restaurante de luto.

Pero el verdadero espectáculo lo protagonizan las 20 denuncias por fraude contra las funerarias cómplices. ¿Qué ofrecían estos emprendedores del dolor? ¿Paquetes premium de despedida con cadáveres falsos incluidos? La Fiscalía promete “celeridad”, palabra que en el diccionario juarense se traduce como: “Volveremos a esto en una década, si el escándalo no se olvida antes”.

Mientras tanto, los 386 cuerpos esperan su turno en este infierno administrativo, donde hasta el descanso eterno tiene lista de espera. Bienvenidos al capitalismo fúnebre, donde el último servicio es el que nunca recibiste.