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El ADN ambiental revela la lucha por la supervivencia del ajolote en Xochimilco

Científicos rastrean el último refugio de los escurridizos ajolotes en los canales de Xochimilco mediante una innovadora técnica genética.

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El ADN ambiental revela la lucha por la supervivencia del ajolote en Xochimilco

Foto: Agencia AP.

Hace seis décadas, los habitantes de Xochimilco, el icónico sistema de canales al sur de la Ciudad de México, podían atrapar ajolotes con sus propias manos. Hoy, este anfibio endémico —cuyo aspecto evoca a un dragón mitológico— se ha convertido en un fantasma de su propio hábitat. Pero ¿realmente está condenado a desaparecer? Un equipo de investigadores de la UNAM ha desenterrado pistas genéticas que desafían su supuesta extinción silvestre.

Mediante una revolucionaria técnica de ADN ambiental, los científicos han detectado rastros genéticos de estos animales en las aguas turbias de las chinampas, esas islas flotantes heredadas de la época prehispánica. “Todos los organismos vivos dejan un rastro genético invisible”, explica el biólogo Luis Zambrano, cuyo laboratorio en la máxima casa de estudios lidera la investigación. “Al filtrar el agua, capturamos esas huellas moleculares como si fueran confesiones silenciosas del ecosistema”.

El estudio —realizado en colaboración con la ONG Conservación Internacional— analizó 53 puntos estratégicos. Los resultados son alarmantes pero reveladores: solo en las áreas refugio, donde se implementan filtros de agua, y en un único punto exterior se confirmó la presencia del anfibio. “Es una señal mínima, pero crucial”, advierte Esther Quintero, especialista en biodiversidad. “Demuestra que algunos ejemplares resisten en microhábitats que han escapado a la contaminación descontrolada“.

Las cifras históricas pintan un panorama desolador: de 6,000 individuos por km² en 1998 a apenas 36 en 2014. Sin embargo, los investigadores insisten en que no es tiempo de epitafios. Zambrano revela datos esperanzadores: “Cuando protegemos al ajolote, protegemos todo el entramado ecológico: mejora la calidad del agua, aumenta la polinización e incluso regula el clima urbano”.

Pero ¿qué está matando a los “monstruos del agua” (significado de “ajolote” en náhuatl)? Entre líneas, los expertos señalan a la urbanización desmedida: discotecas flotantes, campos deportivos en chinampas y la erosión de prácticas agrícolas tradicionales. “Necesitamos políticas públicas que prioricen la vida sobre el entretenimiento”, demanda Zambrano, criticando la pasividad gubernamental.

El informe concluye con un hallazgo contraintuitivo: el ajolote podría recuperarse rápidamente gracias a su alta tasa reproductiva. La solución, sugieren los científicos, no está en laboratorios, sino en rescatar el conocimiento ancestral chinampero. Como prueba, citan proyectos comunitarios donde campesinos cultivan ajolotes junto a hortalizas, recreando el equilibrio milenario que alguna vez hizo de Xochimilco un paraíso biodiverso.

Mientras el equipo amplía su búsqueda —concluirán el censo en 2026—, cada muestra de agua se convierte en un mensaje encriptado: la batalla por el ajolote es la batalla por el alma de Xochimilco. Y quizás, por extensión, por nuestro futuro ambiental.

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