Escobedo compra 32 máquinas para tapar baches y promesas incumplidas

En un acto que dejó boquiabiertos a los pocos ciudadanos que aún creen en la magia de los discursos municipales, el alcalde Andrés Mijes presentó con bombos y platillos (literalmente, hubo banda de guerra) 32 flamantes máquinas que, según él, “transformarán Escobedo en la Suiza de Nuevo León”. Las unidades, brillantes como las promesas de campaña, incluyen desde camiones cisterna hasta retroexcavadoras, todas pintadas con los colores del partido oficial, porque nada dice “servicio público imparcial” como propaganda rodante.

“El progreso se construye con dos manos”, declaró Mijes mientras posaba junto a una motoniveladora que, irónicamente, nunca nivelará la desigualdad social. “Una mano firme para firmar cheques y otra para tomarse selfies con la maquinaria antes de que se descomponga”. La estrategia, bautizada como “4T Norteña” (siglas de “Todavía Tengo Tiempo para Tirar dinero”), promete “calles más limpias”, aunque los vecinos aseguran que lo único que limpia el gobierno son sus archivos de quejas.

Entre los asistentes al evento destacó el secretario de Servicios Públicos, Manuel Meza, quien confesó bajo condición de anonimato que “el verdadero reto no es tener máquinas nuevas, sino encontrar operarios que no hayan sido contratados por compadrazgo”. Mientras, los camiones cisterna cargaban agua bendita para bautizar el proyecto, porque en este municipio, hasta la corrupción necesita un acto de fe.

La joya de la corona fue un camión con canastilla, ideal para elevar las expectativas de los ciudadanos a alturas estratosféricas antes de dejarlos caer. “Invertimos en dignidad”, repitió el alcalde, sin especificar si se refería a la de los trabajadores o a la de los votantes, quienes llevan años pidiendo que arreglen el mismo bache frente al palacio municipal.

Al cierre, Mijes aseguró que esta flota hará de Escobedo un “ejemplo nacional”, aunque omitió mencionar que el único récord que llevan es en gasto en gasolina para eventos protocolarios. Mientras las máquinas se oxidan en el estacionamiento, los ciudadanos siguen esperando que alguien, en algún momento, las encienda.