Internacional
El asesinato de Uribe Turbay revive los fantasmas de la violencia en Colombia
Un crimen que reabre las heridas de una nación en busca de reconciliación.

La muerte del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay ha sacudido a Colombia, reavivando los traumas históricos de una sociedad marcada por la violencia política. Su funeral no solo congregó a miles de dolientes, sino que expuso las profundas fracturas de un país que sigue luchando por superar el ciclo de sangre y polarización.
Foto: Agencia AP.
¿Qué dice sobre nosotros como sociedad que un líder prometedor sea silenciado a balazos en plena campaña? El ataque contra Uribe Turbay no es un hecho aislado: es el último capítulo de una saga de violencia que ha truncado repetidamente el futuro de Colombia. Desde el asesinato de Luis Carlos Galán en 1989 hasta este crimen, el país parece condenado a repetir su historia más oscura.
El féretro, cubierto con la bandera tricolor, se convirtió en un símbolo de las contradicciones nacionales: honrado por rivales políticos pero ausente el presidente Petro, custodiado por la guardia presidencial mientras se cuestiona el papel del Estado en la protección de sus líderes. Las palabras de su esposa resonaron como un eco de miles de familias colombianas destrozadas por la violencia: “Romper una familia es el acto de maldad más grande”.
Este crimen plantea preguntas incómodas: ¿Está Colombia condenada a repetir sus errores? ¿O puede convertir esta tragedia en un punto de inflexión? La investigación del magnicidio se desarrolla en medio de especulaciones sobre grupos armados, mientras las tensiones políticas alcanzan niveles peligrosos. El expresidente Álvaro Uribe lanzó duras acusaciones desde su prisión domiciliaria, alimentando la polarización.
La historia familiar de Uribe Turbay —nieto de un expresidente, hijo de una periodista asesinada por el narcotráfico— refleja la compleja trama colombiana donde política, violencia y memoria se entrelazan. Su muerte no es solo la pérdida de un político: es un testamento de los desafíos que enfrenta una nación que sigue buscando su camino hacia la paz.
Más allá de las investigaciones y acusaciones, este magnicidio debería impulsar una reflexión nacional: ¿Cómo romper el ciclo de violencia que ha marcado a generaciones de colombianos? La respuesta podría estar no en buscar culpables, sino en construir un nuevo modelo de convivencia donde las diferencias políticas no se resuelvan con balas.

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