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Cuicuilco revela los secretos de la primera gran civilización del Valle de México
Descubre el enigma de la pirámide circular que desafía todo lo que sabes sobre la arquitectura prehispánica.

Imagina un lugar donde la geometría sagrada desafía las normas, donde una pirámide circular —única en Mesoamérica— guarda los secretos de una civilización que dominó el arte de la resiliencia. Cuicuilco no es solo un sitio arqueológico; es un manifiesto de innovación ancestral, un testimonio de cómo una sociedad floreció entre volcanes y cataclismos.
En el corazón de la Ciudad de México, este enclave prehispánico —fundado en el 800 a.C.— fue el Silicon Valley de su época: un epicentro de conocimiento astronómico, ingeniería hidráulica y rituales que fusionaban lo terrenal con lo divino. Su pirámide no es una simple estructura: es un código cifrado que podría reescribir nuestra comprensión del calendario mesoamericano.
¿Qué pasaría si te dijera que las lavas del Xitle, que sepultaron Cuicuilco en el 400 d.C., no marcaron su fin, sino su metamorfosis? Los vestigios revelan algo revolucionario: sus habitantes transformaron la tragedia en oportunidad, adaptando rituales y creando nuevas narrativas bajo capas de ceniza. Hoy, sus ruinas son un laboratorio de resiliencia urbana, donde cada piedra cuestiona nuestro concepto de progreso.
Explorar Cuicuilco es descifrar un mensaje en una botella cósmica: desde el culto a Huehuetéotl —el dios del fuego que simboliza la reinvención— hasta el “Kiva”, un espacio ceremonial que anticipó conceptos arquitectónicos milenarios. ¿Y si esta civilización, con su obsesión por los ciclos solares, desarrolló algoritmos ancestrales para predecir fenómenos naturales?
Este “fósil urbano” no solo invita a viajar al pasado, sino a proyectar futuros: ¿Cómo habrían evolucionado sus sistemas de escritura o su modelo de convivencia con la naturaleza de no ser por la erupción? La respuesta podría estar en sus terrazas, donde la geometría sagrada se alía con la ecología.
Hoy, Cuicuilco desafía a arqueólogos y visitantes por igual: su acceso gratuito es una provocación para repensar cómo valoramos el patrimonio. Entre sus senderos, donde aún resuenan cantos y danzas, yace una pregunta radical: ¿Somos capaces, como ellos, de convertir crisis en legados eternos?

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