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Internacional

Irak desentierra el legado macabro del Estado Islámico en Mosul

Una década después, Irak exhuma los horrores enterrados por el terrorismo extremista.

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Foto: Agencia AP.

IRBIL, Irak

En un acto que mezcla la justicia con el teatro macabro, las autoridades iraquíes han decidido desenterrar lo que el Estado Islámico dejó como su tarjeta de visita: una fosa común que podría rivalizar con las peores pesadillas de la humanidad. Por supuesto, esto ocurre una década después, porque en Oriente Medio la burocracia y el trauma compiten por ver cuál avanza más lento.

El escenario es al-Khafsa, un sumidero al sur de Mosul donde, según los rumores de testigos y familiares desesperados, yacen miles de cuerpos. Las autoridades, con su habitual eficiencia, han comenzado recolectando restos humanos “visibles”, como si los invisibles fueran menos importantes. El jefe de excavaciones, Ahmad Qusay al-Asady, lo describe como un sitio “complicado”, lo que en lenguaje forense significa “un infierno de azufre y bombas sin explotar”.

Mientras tanto, las familias esperan. Algunas desde 2014, cuando el Estado Islámico convirtió Irak en su parque temático de la crueldad: decapitaciones, esclavitud y fosas que ahora son patrimonio arqueológico del horror. Rabah Nouri Attiyah, un abogado que ha dedicado su vida a buscar desaparecidos, asegura que esta podría ser la fosa común más grande de la historia moderna de Irak. Claro, en un país donde el récord de atrocidades se supera cada década, eso es decir mucho.

Lo irónico es que, mientras los equipos forenses luchan por identificar cadáveres entre aguas sulfurosas, el mundo ya ha seguido adelante. El Estado Islámico fue “derrotado” en 2019, pero su legado sigue vivo en fosas como esta, en familias rotas y en un sistema judicial que avanza a paso de tortuga. Attiyah, cuyo tío y primo fueron asesinados por el grupo, resume el sentir de muchos: “Muchos fueron decapitados”. Y así, entre testimonios escalofriantes y promesas de apoyo internacional, Irak sigue excavando su propio pasado, un hueso a la vez.

Por ahora, lo único seguro es que Khasfa no es solo un agujero en la tierra. Es un monumento a la impunidad, a la indiferencia global y a la brutalidad que, aunque enterrada, nunca termina de descomponerse.

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