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El sublime arte de la coreografía legal en Hollywood

Un nuevo capítulo en el manual de cómo el star system maneja las incómodas acusaciones que surgen en sus sets de filmación.

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El sublime arte de la coreografía legal en Hollywood

KEVIN COSTNER. Maestro de ceremonias en el gran teatro de la impunidad corporativa.

En los sagrados estudios de la meca del cine, donde la ficción y la realidad bailan un vals de conveniencia, una especialista en escenas de riesgo ha cometido el imperdonable pecado de romper la cuarta pared. Alega, con una candidez casi adorable, que fue coercionada para protagonizar una violenta secuencia de ultraje que, oh sorpresa, no estaba contemplada en el sagrado guion de la épica Horizon.

Frente a esta incómoda disonancia narrativa, el venerable caballero del Lejano Oeste moderno, Kevin Costner, no ha dudado en accionar el más pulido de los deus ex machina legal. Su petición para que la demanda sea desestimada no es una mera trámite judicial; es una obra maestra de la coreografía procesal. ¿Sus argumentos? Que la escena fue “segura”, un término tan elástico y reconfortante como un edredón de plumas para quien no tuvo que sufrirla.

Para apuntalar esta farsa, su cohorte de abogados—verdaderos guionistas del derecho—han presentado un coro de declaraciones de otros miembros del elenco. Unánimes, como bien adoctrinados comparsas en un musical de Broadway, desmienten la versión de la hereje. Es el eterno ritual hollywoodense: cuando la verdad no conviene al reparto, simplemente se reescribe. La realidad, al fin y al cabo, es solo la primera versión de un borrador que necesita más workshops.

Una vez más, el sistema demuestra su elegancia para transformar un presuesto delito en un mero desacuerdo creativo, y a una víctima potencial, en una simple actriz con problemas de interpretación.

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