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El Imperio del Sol Naciente ejecuta el ritual del béisbol perfecto

El diamante se convirtió en el escenario de una lección magistral de humildad internacional para el equipo mexicano.

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Crónica de una Humillación Geopolítica en Miniatura

Williamsport, Pensilvania — En un despliegue de precisión mecánica que haría palidecer a los mejores relojeros suizos, el Imperio del Sol Naciente Infantil ejecutó hoy lo que los analistas ya denominan “el protocolo de sumisión beisbolística” sobre la representación mexicana.

El Swing Perfecto de Chihuahua, que hasta ayer soñaba con glorias imperiales, fue reducido a la condición de alumno aplicado que reprueba el examen final. No hubo partido; hubo ceremonia. No hubo duelo; hubo demostración antropológica de por qué algunas naciones fabrican robots y otras se conforman con exportar alegría.

El sumo sacerdote de este ritual, un tal Yushi Yamamoto —nombre que sin duda escondía a un cyborg de tercera generación—, no se conformó con lanzar pelotas: lanzó mensajes geopolíticos. Cada strike fue un tratado de libre comercio denegado; cada cuadrangular, un recordatorio de que la diplomacia del béisbol se escribe con hits, no con sonrisas.

México, fiel a su tradición de tragicomedia nacional, respondió con estoicismo folclórico. Sus cinco elementos dejados en base parecían una metáfora perfecta de la economía nacional: llenamos las expectativas pero nunca concretamos el score. Mientras Yamamoto acumulaba “chocolates” (eufemismo colonial para designar la ineptitud), nuestros héroes infantiles practicaban el arte de la resistencia simbólica.

El cuadrangular final de Yamamoto no fue simplemente un hit: fue la firma en negritas del destino manifiesto. Cuando la pelota voló la barda, también voló toda pretensión tercermundista de desafiar el orden natural del beisbol universal. Japón no ganó: simplemente actualizó el software de la realidad.

Así concluye otro capítulo en la épica nacional: dos victorias contra naciones que compartimos el trauma colonial y dos derrotas contra potencias que ven el diamante como laboratorio de dominación global. El sueño no se desvaneció: fue desintegrado con precisión milimétrica, como debe ser en este nuevo orden mundial donde hasta las derrotas infantiles vienen con manual de instrucciones.

México se mantuvo estoico hasta el final —que es el consuelo de los pueblos que han convertido la dignidad en la derrota en arte nacional—. Mientras, Japón practicaba para lo que realmente importa: la futura colonización beisbolera de la galaxia.

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