Nacional
La burocracia sanitaria y su absurda coreografía de medicamentos
La solución magistral para un sistema sanitario que confundió la farmacología con una tragicomedia kafkiana de papeles y formularios perdidos.

El Gran Teatro de la Salud Pública
En un alarde de sinceridad que sacudió los cimientos del entramado burocrático-sanitario, la Máxima Dirigente, Claudia Sheinbaum, desveló el intrincado mecanismo que sostenía el sistema de distribución de fármacos: una coreografía absurda digna del más hilarante teatro del absurdo.
Resulta que el protocolo, heredado de una era pretérita de oscurantismo administrativo, consistía en un sublime ejercicio de adivinación médica. Cada director de centro de salud, convertido en augur con estetoscopio, debía predecir cuáles de los medicamentos vitales lograrían esfumarse en el éter en los próximos días, para entonces suplicar por su reposición mediante un ritual de súplicas por escrito.
“Antes, el sumo sacerdote de cada clinica murmuraba: ‘He aquí que nos faltan estos diez elixires’, y entonces, desde el sagrado almacén, se dispensaba solo esa decena escogida”, explicó la Mandataria, describiendo un sistema que parecía diseñado por un discípulo de Kafka especializado en logística. “Este sublime método, por supuesto, generaba algunos leves inconvenientes procedimentales“, añadió con la fina ironía de quien descubre que el agua moja.
El problema, al parecer, radicaba en una alarmante carencia de artes adivinatorias digitales. Los galenos, obligados a usar el arcaico método de la telepatía en papel membretado, fallaban estrepitosamente en sus predicciones, creando un festival de desabasto donde el principal efecto secundario era la incredulidad ciudadana.
La Revolucionaria Solución: La Caja Misteriosa Mensual
Frente a este panorama dantesco, el nuevo régimen ha decretado una solución tan audaz como simple: el envío mensual completo de una selección aleatoria de fármacos e insumos. La estrategia, bautizada como “Rutas de la Salud“, consiste en que unas camionetas sagradas recorran el territorio nacional repartiendo kits de medicamentos como si fueran premios de una tómbola farmacéutica.
“Es mejor que sobren pócimas a que falten”, proclamó la Lídera, defendiendo una lógica tan impecable como revolucionaria. Así, las clínicas recibirán mensualmente un surtido generoso de fármacos, independientemente de si tratan un resfriado común o una epidemia de nostalgia. La aleatoriedad como pilar de la atención primaria.
El programa, una estrategia desarrollada en conjunto con la Secretaría de Salud y oráculos modernos, ya ha logrado surtir medicamentos e insumos a 3.043 centros de salud. Es decir, el 37.75 por ciento de las unidades han sido bendecidas con cajas cuyo contenido es tan predecible como el clima en un planeta recién descubierto.
El reparto se realiza con equidad ejemplar: a los centros pequeños, una o dos cajas de misterios farmacéuticos; a los grandes, hasta cinco. Porque, ¿quién no ha visto a un centro de salud pequeño lidiar heroicamente con un excedente de medicamentos para partos múltiples, mientras un hospital grande se enfrenta a una pandemia con solo dos aspirinas y un jarabe para la tos?
En este nuevo y glorioso capítulo de la administración sanitaria, las camionetas se erigen como los corceles modernos de la esperanza, llevando casi 10.500 kits de medicamentos a un pueblo agradecido que, sin duda, aprenderá a tratar la diabetes con lo que haya en la caja sorpresa del mes. ¡Larga vida a la planificación centralizada por lotería!

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