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La épica burocrática de las Rutas de la Salud

Una épica logística de kits médicos recorre el país mientras las estadísticas bailan un vals burocrático en el gran teatro de la salud nacional.

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La Caravana de la Salvación (o del Papel Sellado)

En un acto de fe que haría palidecer a los cruzados medievales, nuestra Ilustrísima Líder, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, ha bendecido con su banderazo sagrado el inicio de las “Rutas de la Salud”, una peregrinación logística destinada a repartir el maná farmacéutico por los yermos desiertos de la sanidad pública.

Mil seis carretas, perdón, rutas logísticas, cargadas con exactamente 10.497 kits (ni uno más, ni uno menos, que la eficiencia es sagrada) partirán hacia los confines de la federación. Su misión: alcanzar las 8.061 Unidades Médicas, un número tan preciso que solo puede nacer de la mente más brillante de un burócrata con calculadora.

La ceremonia del banderazo, momento cumbre en el que el simbolismo vence a la realidad.

Mientras, en el Olimpo de “Las mañaneras del pueblo”, se entronizaban las nuevas deidades de la estadística. El director general del IMSS Bienestar, Alejandro Svarch Pérez, anunció con pompa que han brindado 29.8 millones de consultas, un 59% de una meta que suena a número redondo sacado de un sombrero. ¡Y 472 mil cirugías! Un 47% de… ¿un millón? Claramente, alguien allí arriba es muy aficionado a los porcentajes bonitos.

Pero el espectáculo no termina ahí. Zoé Robledo Aburto, sumo sacerdote del IMSS, nos iluminó con la “Estrategia 2-30-100”, un eslogan tan enigmático como las profecías de Nostradamus, pero que al parecer significa que han realizado 953.872 cirugías (¿o eran 954.000?). El avance es, cómo no, de un 47% redondo y perfecto. La precisión es aleccionadora.

El Enemigo Invisible (y Azucarado)

En un giro tragicómico, el secretario de Salud, David Kershenobich Stalnikowitz, desvió la mirada del monumental aparato burocrático para señalar al verdadero villano: la bebida azucarada. Resulta que este néctar del diablo es responsable de uno de cada tres casos de diabetes. La solución, naturalmente, no es cuestionar por qué un sistema de salud que se jacta de su distribución épica no puede con una enfermedad prevenible, sino lanzar… ¡campañas preventivas! Porque nada soluciona un problema complejo como un buen folleto.

Mientras la caravana avanza y los números se inflan en los altares de la propaganda, el ciudadano de a pie, ese ser mitológico para el que supuestamente funciona todo este circo, sigue esperando en la fila, entre la estadística y la realidad, entre el kit prometido y el medicamento que nunca llega.

Así funciona la gran obra de teatro de la salud nacional: mucho ruido, muchas cifras y una fe inquebrantable en que el papel y los porcentajes pueden curar cualquier mal, excepto, por supuesto, la enfermedad terminal de la burocracia.

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