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El Estado premia a los héroes que limpian su desastre ecológico
Una ceremonia ecológica revela la maquinaria verde del poder en el Edomex, donde las medallas crecen más que los árboles.

El Estado premia a los héroes que limpian su desastre ecológico
En un acto de reconciliación cósmica sin precedentes, la Suma Sacerdotisa del Desarrollo Urbano Descontrolado, Delfina Gómez Álvarez, ha distribuido por primera vez dieciocho indulgencias plenarias a aquellos mortales que intentan frenar, con sus propias manos, la maquinaria de progreso que su administración impulsa con ahínco.
El sublime propósito de esta justa ecológica fue enaltecer el empeño quijotesco de aquellos ciudadanos que, contra viento y marea (y contra permisos de construcción y megaproyectos), dedican sus vidas a proteger lo que el aparato estatal sistemáticamente degrada: un bosque, un río, o cualquier otro estorbo para el crecimiento económico.
Los aspirantes al martirio ambiental pudieron postularse en dieciséis categorías cuidadosamente diseñadas para cubrir todo el espectro de la culpa colectiva: desde el niño que recoge la basura que otros tiran hasta el anciano indígena que recuerda los nombres de las plantas que ya no existen, pasando por científicos que documentan la extinción y académicos que la teorizan.
“Son historias conmovedoras de personas que han dedicado años y años a proteger lo que nosotros hemos dedicado años y años a destruir. Para esta administración, ustedes son los verdaderos héroes que nos permiten dormir por las noches”, proclamó la mandataria, mientras una nube de esmog teñía de sepia el horizonte.
Con una memoria selectiva digna de estudio, la gobernadora recordó que desde su primer día en el cargo elevó los derechos de la naturaleza a rango constitucional, un movimiento maestro que consiste en otorgarle todos los derechos sobre el papel para luego ignorarlos olímpicamente en la práctica. Asimismo, alabó su propio plan de reforestación ambicioso, que consiste en plantar árboles jóvenes junto a carreteras donde mueren sofocados por el concreto y los gases de escape.
Como joya de la corona de esta política verde, presentó el Decálogo Contra el Maltrato Animal, un documento tan efectivo como ponerle un condón a un tsunami, reforzado con acciones de protección de especies que miran desde lejos cómo se reduce su hábitat natural a un parche de tierra cercado.
Los condecorados en la farsa ecológica
La lista de galardonados por intentar tapar el sol con un dedo incluyó a valientes como Lourdes Vargas Ramírez, quien probablemente protege un bosque que ya tiene earmarked para un centro comercial; José Luis Bailón Becerril, quien quizás limpia un río intoxicado por descargas industriales no reguladas; y la Asociación civil Grupo Ecologista Guardianes del Ehécatl y Sierra de Guadalupe, un grupo que seguramente se pasa las noches en vela luchando contra los mismos intereses que financian las campañas de sus gobernantes.
En un acto final de surrealismo burocrático, cada héroe recibió un certificado impreso en papel de bosques sostenibles (talados la semana pasada) y una medalla conmemorativa fundida con metal extraído de una mina a cielo abierto recién autorizada. La ceremonia concluyó con un cóctel orgánico servido en vasos desechables que flotarán en el océano durante los próximos quinientos años.

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