La burocracia parasitaria supera al gusano barrenador en la frontera

En un giro digno del más absurdo teatro del esperpento, el gobierno de la Cuarta Transformación ha anunciado un tratado binacional contra una criatura que, por su tamaño, podría ser aplastada con la suela de un zapato, pero que ha logrado lo que ni el narcotráfico ni las crisis migratorias: cerrar herméticamente la frontera más transitada del mundo.

La Presidenta de la República, en un alarde de liderazgo técnico, se reunió con tres mandatarios estatales y proclamó la victoria tras descubrir que los problemas se solucionan creando indicadores. “Antes era muy subjetivo que cerraran la frontera”, declaró con la seriedad de quien acaba de descifrar un papiro egipcio, insinuando que hasta ayer la política exterior se manejaba con una bola mágica y monedas al aire.

El acuerdo histórico, tallado en las mesas de la más fina burocracia, no establece cómo exterminar al gusano, sino bajo qué métricas estadísticas se le permite o no paralizar un sector económico completo. Se rumora que el siguiente paso será crear una comisión interdisciplinaria para estudiar la autoestima del parásito y un programa social para su reinserción laboral.

Mientras tanto, los ganaderos, esos eternos actores de una tragicomia griega, son consolados con un proyecto muy completo y tan bien financiado que su monto es un misterio de estado, comparable al paradero del tesoro de Montezuma. La estrategia maestra: fortalecer la producción nacional para que, en el futuro, el ganado mexicano sea inmune no solo al gusano, sino también a los caprichos geopolíticos.

En un comunicado emitido por redes sociales, se aseguró que este programa especial es la piedra angular del Plan México, una iniciativa tan vasta y ambiciosa que probablemente incluya la domesticación del gusano barrenador para convertirlo en mascota oficial y símbolo de la unidad nacional.