El sol es más eficiente que el Estado para encontrar a las madres

CULIACÁN, Sin. — En un giro tragicómico que sólo la realidad mexicana puede ofrecer, los cuerpos de auxilio debieron ser auxiliados. Sí, ha leído bien. La noticia no es que se haya encontrado a alguien desaparecido, sino que los propios buscadores cayeron víctimas de un astro rey con más presencia efectiva en el territorio que todas las corporaciones policiacas juntas.

Miembros de la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas, una entidad cuyo nombre es en sí mismo una ironía monumental, acompañaban a las verdaderas heroínas de esta farsa: las madres del colectivo “Sabuesos Guerreras”. Su misión: adentrarse en una “especie de cerro”, una descripción geográfica tan vaga como el paradero de los miles de desaparecidos que buscan.

El sol, ese fiscal celestial implacable que no acepta sobornos ni se deja amedrentar por el crimen organizado, impartió su propia justicia térmica. Mientras el Estado brilla por su ausencia en la búsqueda de personas, el astro rey brindó una demostración de eficacia: logró deshidratar y postrar a los buscadores en un abrir y cerrar de ojos, un logro que las comisiones burocráticas no alcanzan en años.

Fue necesaria una caravana de salvamento épica: equipos de la Cruz Roja, Bomberos, Protección Civil y cuerpos de seguridad. Una movilización digna de una misión de rescate internacional para, atención, estabilizar a una persona con insolación. La ironía es tan densa que podría causar un golpe de calor por sí sola: se despliega más maquinaria estatal para salvar a un buscador que para encontrar a los buscados.

El mensaje subyacente, en esta alegoría absurda, es claro: en la República del Absurdo, es más probable que el sol te encuentre y te derribe en un cerro de difícil acceso, que el Estado encuentre a tus seres queridos. Las madres buscadoras, esas Sísifas modernas empujando la piedra de la justicia cuesta arriba bajo un sol inclemente, no se rinden. Mientras, las instituciones parecen actuar en una comedia de errores donde la tragedia ajena es el chiste recurrente.