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Sheinbaum define los límites de la colaboración con la DEA

La mandataria mexicana pone fin al debate público sobre el nivel de cooperación bilateral en seguridad, marcando una postura clara.

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La realidad de la cooperación bilateral, más allá de las declaraciones

En mis años cubriendo la compleja relación en materia de seguridad entre México y Estados Unidos, he aprendido a leer entre líneas. Las declaraciones públicas, especialmente las de agencias como la DEA, suelen ser piezas de una estrategia de comunicación más amplia, a veces alejada de la realidad operativa sobre el terreno. La firme postura de la Presidenta Sheinbaum no me sorprende; es el reflejo de una lección aprendida a fuego: la soberanía nacional no es negociable, y toda colaboración debe operar dentro de un marco legal estricto y de mutuo respeto.

Recuerdo operativos conjuntos de antaño donde la delgada línea entre la cooperación y la intromisión se difuminaba, generando fricciones que al final obstaculizaban el verdadero objetivo: la seguridad de los ciudadanos. Sheinbaum, con su contundente “hay lo que hay, no hay más“, está delineando ese marco con claridad meridiana. No se trata de un rechazo a colaborar, sino de establecer las reglas del juego de manera inequívoca. La colaboración existe, sí, pero se circunscribe al estricto cumplimiento de la Ley de Seguridad Nacional y a los canales diplomáticos oficiales, como siempre debió ser.

La afirmación del director Cole sobre una “disposición sin precedentes” sonaba, desde la perspectiva de quien ha visto llegar y partir iniciativas similares, más como un mensaje de optimismo interno o incluso una justificación de recursos ante su propia audiencia, que como un fiel reflejo de los hechos. La experiencia me ha enseñado que la cooperación efectiva es silenciosa, metódica y se construye día a día en mesas de trabajo, no en titulares. El verdadero trabajo binacional, el que deja resultados, rara vez necesita de calificativos grandilocuentes. La negativa de la presidenta a entrar en un debate público estéril es, en sí misma, una poderosa lección de diplomacia y firmeza. Demuestra que la madurez en esta relación implica actuar, no discutir; cooperar con base en reglas claras, no en declaraciones mediáticas.

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