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El combate de egos donde los puños suplantan a la razón

El circo moderno donde los golpes reemplazan a los argumentos y el ring se convierte en el nuevo ágora.

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El Nuevo Coliseo de la Idiotez Contemporánea

En un alarde de profunda sofisticación intelectual, dos titanes del pensamiento moderno, cuyas contribuciones a la filosofía rivalizan con las de Platón y Aristóteles, han decidido dirimir sus diferencias existenciales mediante el noble arte de darse de puñetazos en la cara. El foro elegido para este simposio pugilístico: Supernova Strikers, el ágora por excelencia para los debates de alta enjundia.

Por un lado, el gran maestro Temach, un iluminado cuyos sermones sobre la masculinidad han salvado a la humanidad de la extinción. Por el otro, Diego Ruzzarín, un admirador confeso de tiranos, según la infalible y siempre objetiva opinión pública de las redes sociales. La disputa, como no podía ser de otra manera, versa sobre quién posee el coeficiente intelectual más elevado, métrica que, como todo el mundo sabe, se mide con precisión científica en el cuadrilátero.

El Temach, en un arrebato de humildad característica, declaró a sus seguidores que, si bien físicamente son iguales, intelectualmente no comparten ni siquiera constelación. Una afirmación audaz, considerando que el único libro que parece haber leído es el reglamento de boxeo. Ruzzarín, no queriendo ser menos, respondió con la elocuencia que le caracteriza: “Ignorante y cobarde”. Un haiku moderno, una joya de la retórica que sin duda hará llorar de emoción a los académicos de la RAE.

El público, como en los mejores tiempos del circo romano, aplaude frenéticamente. ¿Por qué perder el tiempo en aburridos debates de ideas, en matices, en argumentos bien construidos, cuando puedes resolver cualquier disensión con un buen uppercut? Es la nueva diplomacia: la política exterior a base de directos de izquierda.

Mientras tanto, en un mundo que se cae a pedazos, nosotros, los plebeyos, tenemos el privilegio de presenciar cómo nuestras mayores lumbreras se preparan para la discusión filosófica definitiva: doce asaltos de pura dialéctica con guantes de ocho onzas. Que gane el más listo. O el que tenga mejor gancho al hígado.

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