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Intento de ingreso de psicotrópicos en reclusorio de Iztapalapa

Un intento de introducir drogas en una prisión de la Ciudad de México revela las grietas en el sistema de seguridad.

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Más Allá de la Revisión Rutinaria: La Persistente Sombra del Narcotráfico en las Prisiones

Una vez más, los muros del Reclusorio Varonil Oriente, en el corazón de Iztapalapa, son testigos de un intento audaz por quebrantar la seguridad. La Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) reporta la detención de una mujer, de 37 años, quien presuntamente intentó introducir un alijo de pastillas de presunto carácter psicotrópico. Pero, ¿es este un incidente aislado o la punta de un iceberg que evidencia una red de complicidades y un flujo constante de estupefacientes al interior del sistema penitenciario?

La narrativa oficial describe el procedimiento: agentes femeninas, durante una revisión de rutina, detectaron a una visitante con comportamientos evasivos y nerviosismo inusual. El protocolo se activó. La revisión minuciosa descubrió lo que intentaba ocultar: 58 comprimidos de color blanco, cuidadosamente envueltos en plástico transparente y ocultos en su ropa interior. La detención fue inmediata. Sin embargo, esta descripción meticulosa plantea más interrogantes de los que resuelve.

¿Quién era el destinatario real de esa mercancía ilegal? ¿Se trata de un hecho de iniciativa individual o es el eslabón visible de una cadena de suministro mucho más compleja y organizada? La persistencia de estos eventos en diversos centros penitenciarios sugiere una operación sistemática. Documentos y reportes anteriores indican que el control sobre lo que ingresa a las prisiones es una batalla constante y, a menudo, perdida.

Testimonios anónimos de familiares de reclusos hablan de un mercado interno activo, donde todo tiene un precio. Esta detención no es sino un síntoma de una enfermedad mayor: la incapacidad estructural para erradicar el narcotráfico intramuros. La mujer fue puesta a disposición del agente del Ministerio Público, quien determinará su situación legal. No obstante, la pregunta crucial permanece: ¿su arresto interrumpirá temporalmente una ruta, o las redes de distribución simplemente encontrarán un nuevo canal mañana?

La conclusión es ineludible. Cada intento frustrado es un recordatorio de que la verdadera seguridad penitenciaria va más allá de los registros corporales; exige una investigación profunda que desmantele las redes desde su origen, destapando las posibles complicidades que permiten que este flagelo persista. La lucha no es solo contra los portadores, sino contra la estructura que los alimenta.

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