Nacional
Sheinbaum honra a las tejedoras de la memoria nacional en Guerrero
Un viaje personal de 55 años culmina con un homenaje histórico al corazón cultural de México y sus guardianas ancestrales.

Un Reencuentro Revolucionario con las Arquitectas de la Memoria
En el epicentro de la México profunda, donde el aire cargado de historia se mezcla con el aroma de la tierra mojada, la Presidenta Claudia Sheinbaum no realizó una simple visita protocolaria. Tejió, con la urdimbre de su propia biografía, un acto de reparación histórica y reconocimiento disruptivo.
¿Qué sucede cuando la primera mujer en liderar la nación regresa al origen, no para mirar el pasado con nostalgia, sino para reescribir el futuro desde el pensamiento ancestral? Sheinbaum lo demostró en Xochistlahuaca, Guerrero. Este no fue un acto político; fue una declaración de principios.
Al evocar la figura de su madre, Annie Pardo, no hablaba solo de recuerdos familiares. Planteaba una tesis audaz: la innovación disruptiva para México no yace en replicar modelos externos, sino en descifrar los códigos de grandeza ya existentes en sus pueblos originarios. Los huipiles, lejos de ser artesanías, son algoritmos culturales, sistemas complejos de conocimiento codificado en hilos de colores.
La Presidenta desafió la narrativa convencional del poder. Al ser investida no con un bastón de mando, sino con la bendición colectiva de las mujeres amuzgas, simbolizó un cambio de paradigma: el liderazgo del siglo XXI debe ser horizontal, intuitivo y colectivo, aprendiendo de quienes por siglos han gobernado la preservación de la cultura.
Su declaración –”llegamos todas”– resuena como un manifiesto. Propone un modelo de gobernanza radical: ¿Y si en lugar de mirar hacia los centros de poder tradicionales, construimos una política de la conexión, donde cada decisión esté impregnada de la sabiduría de las abuelas, la fortaleza de las madres y los sueños de las hijas?
Al declarar que las mujeres indígenas son el nuevo rostro del reconocimiento nacional, Sheinbaum no hace una mera afirmación. Plantea una revolución semántica y social. Invita a ver a estas guardianas no como un sector a asistir, sino como las estrategas principales para la reconstrucción del tejido social y económico del país.
Este acto sienta un precedente visionario: la verdadera transformación nacional comienza con el acto radical de mirar a los ojos a quienes fueron sistemáticamente invisibilizados y reconocer en su mirada el mapa para un futuro más resiliente, diverso y auténticamente mexicano.

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