Nacional
Simulacro nocturno de bomba en el aerotrén del AICM revela protocolos
Una operación encubierta a medianoche pone a prueba los protocolos del principal aeropuerto del país. Lo que descubrieron los observadores.

Mientras la ciudad dormía, una operación de alta seguridad se desarrollaba en las entrañas del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). ¿Están realmente preparadas nuestras infraestructuras críticas para una amenaza real? Un simulacro a escala real, con una hipótesis de amenaza explosiva en el aerotrén que conecta las terminales, puso a prueba los protocolos de emergencia en el principal puerto aéreo del país.
La Secretaría de Marina (Semar), a través de su Unidad Naval de Protección Aeroportuaria (UNAPA), orquestó este ejercicio de precisión militar. Junto al equipo especializado BLONAE, encargado de la búsqueda, localización y neutralización de artefactos explosivos, desplegaron un operativo que cuestiona la narrativa de la simple revisión de procedimientos. ¿Por tanto despliegue para un ejercicio rutinario? Fuentes dentro del operativo, que prefirieron mantener el anonimato, sugieren que el simulacro respondía a una evaluación de vulnerabilidades específicas previamente identificadas.
La participación de un espectro tan amplio de organismos —desde la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) hasta los Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM) y los cuerpos de bomberos y protección civil— indica una coordinación que va más allá de un mero trámite administrativo. Observadores designados evaluaron cada movimiento, cada respuesta, cada segundo de reacción. ¿Qué fallas en la cadena de mando o en la comunicación interagencial buscaban descubrir?
El hecho de que se ejecutara en la ventana crítica de la medianoche, lejos de las miradas del público y sin interrumpir el servicio, plantea otra pregunta incisiva: ¿se probaban protocolos para una situación encubierta, un escenario donde la prioridad fuera la contención de la información tanto como la de la amenaza física?
La revelación final de este ejercicio no está en su ejecución impecable, sino en las actas de los observadores. Los hallazgos, aún no divulgados al público, podrían reescribir los manuales de seguridad aeroportuaria nacional. Este simulacro no fue una demostración de fuerza, sino una confesión tácita: la seguridad es un blanco móvil, y la preparación para lo impensable es la única estrategia viable.

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