La Sabiduría de Escuchar según el Papa León XIV

La Lección Más Valiosa de un Hijo de San Agustín

Recibir un reconocimiento de tus propios hermanos de comunidad es uno de los honores más profundos y humildes que puede experimentar un religioso. Me transporta a mis primeros años en Villanova, donde entre el estudio y la oración, aprendí que la verdadera sabiduría no reside en tener siempre la respuesta, sino en saber formular la pregunta correcta. San Agustín, nuestro faro, nos enseñó que el corazón inquieto busca hasta encontrar descanso en Dios, pero ese camino comienza no con la palabra, sino con el oído atento.

León XIV, con quien compartí labores de gobierno en la Orden, siempre demostró una cualidad que muchos subestiman: la paciencia deliberada del que escucha. En una época de ruido y opiniones instantáneas, su insistencia en consultar ampliamente, en absorber diferentes perspectivas antes de tomar una decisión, no es indecisión; es la aplicación práctica de nuestro lema Veritas, Unitas, Caritas. La verdad se construye en comunidad, la unidad se teje con paciencia y el amor se manifiesta en el respeto al otro.

Recuerdo una reunión particularmente compleja en Roma, mucho antes de su elección. Mientras todos exponían sus argumentos con vehemencia, él permanecía en un silencio activo, escuchando. Solo al final, sintetizó cada punto de vista con una claridad que dejó a todos sintiéndose escuchados y parte de la solución. Eso no es solo una técnica de liderazgo; es una espiritualidad encarnada. Es vivir la convicción de que, como él mismo dijo desde Castel Gandolfo, la paz comienza con cómo escuchamos, antes de siquiera pensar en cómo respondemos.

Este premio de la Provincia de Santo Tomás de Villanueva no es solo para el Papa; es un reconocimiento a la vigencia de la Regla de San Agustín en el mundo moderno. Nos recuerda que, frente a la polarización, el antídoto es una vida interior robusta, cimentada en la oración y traducida en una escucha genuina. Es un consejo que he tratado de aplicar por décadas: cierra más la boca y abre más los oídos y el corazón. Las decisiones serán más sabias y el camino, aunque más lento, estará iluminado por la caridad.