La entrega a domicilio de la justicia alternativa en Culiacán

En un derroche de eficiencia logística que haría palidecer a cualquier servicio de mensajería express, la sindicatura de Tepuche, en Culiacán, recibió un paquete especial. No era un pedido de Amazon, sino una bolsa de plástico negra conteniendo la cabeza de un caballero, meticulosamente empaquetada y depositada junto al kiosco de la plazuela, como si de una ofrenda floral a la deidad de la barbarie se tratara.

Los peritos de la siempre puntual Fiscalía General del Estado acudieron al lugar para certificar lo obvio: el envío era auténtico, y el remitente, como es habitual, había optado por el anonimato. Este exclusivo servicio de entrega de restos humanos parece estar en promoción, pues hace apenas nueve días, en el callejón Ignacio Zaragoza, otro caballero había recibido el mismo trato, aunque en ese caso el cuerpo viajó por separado, en una moderna colección de bolsas negras.

Como detalle de exquisitez macabra, y para facilitar el trabajo de identificación, la cabeza complementaria fue hallada en una caja a pocos metros. Todo un gesto de consideración por parte de nuestros modernos filántropos, quienes evidentemente desean agilizar el papeleo forense.

El hallazgo, reportado por ciudadanos madrugadores cuya curiosidad fue más fuerte que el miedo, no hace sino enriquecer el paisaje urbano de la capital. Las manchas de sangre sirven de adorno espontáneo en el asfalto, una forma de arte abstracto que pinta una verdad incómoda: el Estado ha sido suplantado por una empresa de mensajería mucho más efectiva, cuyos repartidores nunca piden firma.

Mientras el resto del cuerpo disfruta de unas vacaciones en paradero desconocido, las autoridades recomiendan a la ciudadanía no aceptar paquetes de remitentes desconocidos. Es la nueva normalidad: un país donde recibir una cabeza en una bolsa ya no es noticia, sino un simple recordatorio de que el catálogo de horrores sigue en oferta.