Tecnología
El corazón sólido de Marte desafía a la ciencia terrestre
Nuevos datos sísmicos revelan la estructura oculta del corazón del planeta rojo, desafiando teorías previas.

El Gran Hermano Rojo Tiene Corazón de Hierro (Literalmente)
En un giro cómico que solo el universo podría orquestar, los augustos sacerdotes de la ciencia, aquellos que desde sus templos de cristal y acero nos dictan la Verdad con mayúscula, han tenido que rectificar solemnemente. El planeta que elegimos para proyectar todas nuestras fantasías de escape y colonización, el tótem de nuestra fuga de una Tierra agotada, resulta ser tan vulgarmente común como para tener un corazón macizo de metal. ¡Qué decepción para los poetas! ¡Qué triunfo para los ferreteros!
El oráculo moderno, un artilugio mecánico bautizado con el pomposo nombre de InSight y enviado a la llanura marciana como un espía geológico, ha transmitido sus susurros sísmicos. Tras escuchar con devoción más de mil trescientos temblores marcianos –que deben ser el equivalente cósmico de los gruñidos de un estómago vacío–, un equipo de sabios, convenientemente encabezado por la nueva superpotencia en la carrera celestial, China, ha decretado la nueva ortodoxia: el núcleo interno es una esfera sólida, un bloque de hierro y níquel de unos ridículos 613 kilómetros de radio.
La revelación es, por supuesto, una bofetada a los dogmas de ayer, que pintaban un Marte licuoso y temperamental. Ahora sabemos que el planeta rojo es dueño de una doble personalidad geológica: un corazón sólido e inmutable, recubierto por un manto de metal fundido que se agita en un núcleo externo líquido. Una metáfora demasiado perfecta para cualquier burócrata o político: firmeza aparente en el centro, pero puro caiso y fluidez inestable en las capas que lo rodean.
El doctor Daoyuan Sun, uno de los sumos sacerdotes de este nuevo culto al hierro marciano, especula con la solemnidad de un augur que la cristalización del núcleo pudo haber empezado en un pasado remoto y quizás continúe hoy. Es decir, el planeta se está enfriando, se está volviendo más rígido por dentro. Un proceso que los terrícolas conocemos demasiado bien como “madurar” o, más coloquialmente, “amargarse”.
La ironía suprema, el chiste cósmico final, yace en el campo magnético –o más bien, en su ausencia. Marte carece de ese escudo protector que a nosotros nos salvó de los vientos solares y permitió que la vida medrara. La teoría ahora sugiere que la lenta y perezosa cristalización del núcleo sólido marciano podría ser la culpable de esta negligencia planetaria. Mientras la Tierra tiene un dinámico núcleo líquido que genera un campo magnético vibrante (como un activo emprendedor), Marte se está quedando quieto, se solidifica, se retira y, en consecuencia, se queda sin su escudo. ¿No les recuerda a la jubilación de un Estado del bienestar? Menos movimiento interno, menos protección para todos.
Y así, con el robot InSight muerto y convertido en un mausoleo de tecnología inútil sobre el polvo rojo, los científicos se quedan mirando al cielo, rogando por una red de estaciones sismográficas que resuelva los misterios que ellos mismos acaban de crear. Porque en la ciencia, como en la política, cada respuesta solo sirve para formular diez preguntas más caras. El único terremoto real lo sufren los presupuestos de las agencias espaciales.

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