La danza burocrática ante la furia divina de Lorena

En un giro cómico digno del más absurdo teatro del absurdo, el huracán Lorena ha cometido la imperdonable falta de no ajustarse a los plazos administrativos del Consejo Estatal de Protección Civil. Aunque el meteoro ha tenido la descortesía de disminuir su velocidad, las lluvias torrenciales insistirán en bañar Baja California Sur con la impertinencia de un visitante que se niega a abandonar la fiesta.

Las precipitaciones, en un acto de rebelión contra los pronósticos oficiales, se extenderán por 48 horas, concentrando su ira en las zonas centro y norte como si de un impuesto selectivo se tratara. El coordinador del Servicio Meteorológico Nacional, Fabián Vázquez, profetizó con la solemnidad de un oráculo griego: “Hoy va a ser un día crítico“, revelando así el profundo misterio de que cuando llueve, moja.

La previsión apunta a que “Lorena” tocará tierra el sábado 6, pero lo hará ya degradada, humillada, convertida en una mera “pos tormenta”. César Villarreal Trasviña, director local de Conagua, abundó con la precisión de un relojero suizo: “Pudiera estar tocando tierra… como una pos tormenta tropical”. Es decir, llegará derrotada, sin credenciales ni estatus oficial, como un ciudadano cualquiera intentando acceder a un edificio gubernamental.

Frente a esta crisis existencial, el aparato burocrático ha respondido con medidas de una contundencia admirable: las clases se suspenden (para evitar que los estudiantes se mojen), los puertos se cierran (para que las embarcaciones menores no naufraguen) y, en un alarde de genio logístico, se prohíbe la venta de alimentos en la vía pública (para que nadie pueda vender tacos bajo el agua). Los aeropuertos, sagrados templos del capital global, operan con normalidad. Las prioridades, como debe ser, están claramente establecidas.

Mientras la ciudadanía se apresta a navegar el diluvio, nuestras instituciones demuestran una vez más que su verdadera especialidad no es gestionar desastres, sino producir comunicados que transforman la catástrofe natural en una farsa administrativa.