La Marina y el huachicol una sátira de corrupción institucional

El Gran Teatro de la Probidad Forzada

En un giro argumental que ni el más imaginativo dramaturgo de telenovelas se hubiera atrevido a plantear, el Supremo Fiscal de la República, Alejandro Gertz Manero, anunció con pompa circense que el exsecretario de Marina, Rafael Ojeda Durán, había acudido lloriqueando a su despacho para delatar los “problemillas” que aquejaban a su otrora institución.

El melodrama se desarrolla alrededor de la investigación que destapó el monumental chanchullo del robo de combustible en Tamaulipas, resultando en la cómica detención de 14 personas, incluido el propio sobrino del exmandamás naval, el vicealmirante Manuel Roberto Farías Laguna. ¡Vaya sorpresa! Un familiar directo metido en el ajo. Qué coincidencia tan absolutamente predecible.

“A partir de ese instante de iluminación —relató el Fiscal con un histrionismo digno de Oscar—, le suplicamos que nos auxiliara con las denuncias y las pruebas de semejantes irregularidades. ¡Imagínense! Descubrir que dentro de la Marina había… irregularidades. Fue como encontrar agua en el océano.”

El relato oficial, una obra maestra de la ficción burocrática, nos quiere hacer creer que se embarcaron en una “investigación profunda” que, oh, casualidad, requirió la ayuda de áreas hacendarias para desentrañar que ciertos conductas individuales “trascendían la función institucional”. En otras palabras: que los amables señores uniformados se habían dedicado a montar un negocio paralelo de huachicol a escala industrial.

Gertz Manero, en su papel de director de esta farsa, prosiguió: “Todo fue confluyendo en una información que trascendió lo particular”. Traducción: el saqueo era tan colosal que resultó imposible seguir ocultándolo. Los “casos singulares” de Baja California y Tamaulipas —eufemismo para denominar desfalcos monumentales— resultaron estar “vinculados”. Otro hallazgo genial: el robo organizado suele estar, precisamente, organizado.

El clímax de esta epopeya moral llegó con la emisión de órdenes de aprehensión que, según el Fiscal, “se han multiplicado“. Una plaga de ratas, pero de las que antes ostentaban condecoraciones. El gran final fue la detención de vehículos y el aseguramiento de cuentas por “centenas de millones”, un número que, eso sí, “nunca se había hecho”. Hasta que la cosa se puso fea y hubo que sacrificar a unos cuantos peces gordos para salvar la fachada del acuario.

La pieza maestra del absurdo llegó cuando, ante la pregunta de si el exsecretario había pedido investigar específicamente a su sobrino, el Fiscal aseguró que Ojeda Durán pidió que se investigara a “todas las personas” sin distinción. ¡Magnánimo! Un verdadero dechado de imparcialidad familiar. Queda así inaugurada la nueva temporada de “La Marina Ética”, un spin-off tan creíble como un submarino de papel.

En este México surrealista, la noticia no es que haya corrupción en las altas esferas, sino que ocasionalmente, cuando el hedor es ya insoportable, se ven forzados a simular que hacen algo para combatirla. El espectáculo debe continuar.

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