La verdadera fortaleza de una comunidad se mide en los momentos de crisis. He sido testigo a lo largo de los años de cómo la empatía puede organizarse con una velocidad y eficacia que deja atrás a cualquier protocolo oficial. Así sucedió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde estudiantes de diversas facultades activaron de inmediato una red solidaria para recolectar víveres y artículos de primera necesidad. La meta era clara: apoyar a las familias afectadas por la trágica explosión de una pipa de gas LP ocurrida un miércoles en el Puente de la Concordia.
La chispa que enciende estas iniciativas casi siempre nace de una emoción genuina. Eduardo Archidona, alumno de la Facultad de Economía, lo expresó con una claridad que conmueve: “Ver todas las imágenes, todas las historias de las familias me puso muy consternado y solo quise contribuir”. Desde mi experiencia, son estas reacciones individuales, impulsadas por un profundo sentido de la compasión, las que terminan catalizando un movimiento colectivo. Eduardo, con el respaldo de su familia en San Luis Potosí, reunió toallas sanitarias, galletas y chocolate para los damnificados.
En la Facultad de Derecho, la organización fue ejemplar. Un grupo de alumnos se coordinó meticulosamente para acopiar la mayor cantidad posible de suministros, con el plan de trasladarlos el sábado a los distintos hospitales y centros de acopio. He aprendido que en estas situaciones lo crucial es priorizar. Los artículos más solicitados —agua embotellada, alimentos no perecederos, productos de higiene personal, cobijas, ropa limpia y material de curación— son siempre los mismos, una lección que se repite en cada emergencia. Diego Méndez, estudiante de Derecho, destacó el trabajo conjunto de toda la comunidad de la facultad para lograrlo.
El apoyo no conoce de jerarquías. Fátima, estudiante de Relaciones Internacionales, relató cómo desde la noche del jueves permaneció en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales recibiendo donativos. “Fue muy alentador ver el respaldo de toda la comunidad, tanto de los académicos como de los alumnos”, expresó. Ella enfocó sus esfuerzos en recibir material médico especializado como gasas esterilizadas, vendas, alcohol y medicamentos, insistiendo en que la respuesta fue inmediata: “La verdad es que fue muy gratificante ver que, desde el momento en que se pidió ayuda, la gente comenzó a llegar”.
Quizás la reflexión más profunda vino de Carlos Hughes, alumno de Biología en la Facultad de Ciencias. Mientras acomodaba productos en cajas dentro de un salón, compartió una percepción que solo surge en medio de la adversidad: “Lo circunstancial y efímero que es la vida fue impactante, y México tiene un pueblo que siempre apoya a la gente”. Esa es, quizás, la lección más valiosa: la fragilidad de la vida nos recuerda nuestra interdependencia. Carlos detalló cómo tanto educadores como estudiantes aportaron comida, vestimenta, agua, gasas y recursos económicos, y cómo varios profesores incluso ofrecieron sus vehículos particulares para la logística del traslado. Es en estos gestos donde se ve el verdadero carácter de una institución y de un país.