El Gran Teatro de la Justicia Absurda
En un giro que habría dejado pálido al mismísimo Kafka, un tribunal de apelaciones ha dictaminado que el gobierno del magnate puede proceder con su plan maestro de desmontar, pieza a pieza, las protecciones humanitarias para casi medio millón de almas. La decisión, un monumento a la lógica burocrática, esencialmente decreta que el sueño americano tiene una cláusula de caducidad retroactiva.
Foto: Agencia AP.
El fallo, una joya de la disonancia cognitiva judicial, reconoce con una elegante reverencia el “daño irreparable” que sufrirán estas personas—separación familiar, destierro a países en crisis, pérdida de empleos legales—para acto seguido, con la frialdad de un contable, dictaminar que dicho sufrimiento es, a efectos legales, insuficiente. Es como admitir que el paciente se desangra, pero negarle las puntadas porque el protocolo no ha sido rellenado en triplicado.
El Departamento de Justicia, en un alarde de cinismo operativo, argumentó que revisar cada caso individualmente sería una “tarea gigantesca”. En el Nuevo Diccionario de la Administración, “gigantesco” es sinónimo de “moralmente obligatorio pero electoralmente inconveniente”. La eficiencia en la maquinaria de la deportación triunfa sobre el tedioso examen de cada vida humana.
Esther Sung, una de las abogadas defensoras, lo resumió con una claridad que corta el aire: la administración “cruel e irracionalmente” rompió su promesa. Los migrantes hicieron todo lo que se les pidió, jugaron con las reglas del gran casino americano, solo para descubrir que la casa no solo cambia las reglas, sino que confisca las fichas.
Este episodio no es más que el último capítulo de la gran ópera bufa de la política migratoria, donde los seres humanos son meros peones en un tablero de ajedrez electoral. Se promete una deportación masiva en campaña, y luego la maquinaria del estado se pone al servicio de cumplir esa promesa, aunque para ello haya que torcer el brazo de la justicia y vaciar de significado la palabra “humanitario“.
Los jueces, atrapados en su propio laberinto de tecnicismos, han dado su visto bueno. El espectáculo de deshacer vidas puede continuar. El mensaje es claro: la condición de migrante es el estado perfecto para aprender que la ley es un arma flexible, que se adapta maravillosamente para proteger el poder y devastar a los vulnerables.
