El surrealista espectáculo de seguridad para un artista en tierra violenta

El Gran Teatro de la Seguridad Nacional

En un giro digno del más absurdo teatro del esperpento, el ilustre cantante hispano Miguel Bosé ha exigido, y obtenido, su propio ejército personal de opereta para poder entonar sus melódicas quejas en el corazón de Culiacán. Tras un dramático suspense de “unos minutos” —que conmocionó a las redes sociales y, presumiblemente, a su propio ego—, el artista rectificó su negativa a actuar una vez el gobierno estatal, en un alarde de pragmatismo shakespeariano, accedió a montar una puesta en escena de seguridad a su medida.

El Gobernador, maestro de ceremonias de este sainete, declaró con la elocuencia de un personaje orwelliano: “Sí viene, está ratificado y me ha pedido que hablemos qué está volando hacia Colombia”. Una frase que, sin duda, será estudiada por los lingüistas del futuro como el perfecto ejemplo de la jerga burocrática postmoderna.

La Coreografía de la Negación Oficial

Mientras el artista exige su burbuja de protección, el mismo gobierno admite casualmente que cientos de ciudadanos reales han sido desplazados por la violencia dronística en la sierra. Pero ¡alegría! Cincuenta y dos rutas de transporte operarán gratuitamente para que el público pueda asistir al gran carnaval de la negación. Porque nada dice “soberanía nacional” como un servicio de autobuses gratuito escoltado por un cordón de seguridad que pretende extenderse mágicamente hasta las colonias, como si se tratara de una varita mágica contra balas y drones.

La Oposición al Absurdo

La senadora opositora, en un arranque de lucidez trágica en medio de esta farsa, cuestiona el gasto de dieciséis millones de pesos en artistas internacionales mientras existen miles de víctimas de violencia. Plantea la herejía de que quizás no hay mucho que celebrar. Pero su voz es ahogada por el estruendo de los fuegos artificiales y la banda sinaloense. Porque en el gran teatro de lo absurdo, la prioridad no es la paz, sino la foto triunfal con sesenta mil almas sonrientes que demuestren al mundo que en Sinaloa no pasa absolutamente nada. Nada de nada.

Así, entre drones que siembran el terror y camiones que ofrecen viajes gratis, se representa la obra maestra de la política contemporánea: la coreografía perfecta de la simulación, donde la seguridad de un solo hombre importa más que la de miles, y donde el grito de independencia se convierte en el grito de la más cínica independencia de la realidad.

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