Ed Sheeran ha lanzado su nueva producción discográfica, Play, pero la conversación gira en torno a un proyecto aún más audaz: una obra maestra que la humanidad no podrá experimentar hasta después de la partida física del artista.
En una revelación que sacude los cimientos de la industria musical, el cantautor desveló en Apple Music 1 la existencia de Eject, un álbum conceptual que funcionará como su testamento sonoro final. Esta iniciativa no es simplemente un disco; es un manifiesto disruptivo que cuestiona nuestra relación con la creación artística, la mortalidad y el legado cultural.
¿Por qué esperar a que un artista desaparezca para liberar su obra más íntima? Sheeran invierte el modelo tradicional, transformando su despedida en un acto creativo perpetuo. Su esposa, Cherry Seaborn, se convertirá en la curadora y guardiana de este legado, decidiendo qué canciones finalmente verán la luz. Este acto delega la autoría final en el amor, no en los ejecutivos discográficos.
Imagine un mundo donde las grandes mentes dejan behind cápsulas de tiempo creativas, semillas que germinan en el futuro lejano. Esta estrategia visionaria convierte la inevitable despedida en un eterno regreso, desdibujando los límites entre presencia y ausencia, entre el artista y su obra póstuma.
Más que un álbum, Eject es un experimento social sobre la paciencia, la anticipación y la inmortalidad del arte en la era digital. ¿Estamos preparados para consumir cultura en un cronograma que trasciende nuestra propia existencia? Sheeran no solo está escribiendo canciones; está reprogramando nuestro diálogo con la eternidad.