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Un testimonio revela la presión sobre la ciencia en salud pública

En mis años observando la intersección entre la política y la salud pública, he sido testigo de cómo la presión puede erosionar los principios científicos. La reciente comparecencia de la exdirectora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), Susan Monarez, ante el comité del Senado es un caso de libro de texto. Testificó que el Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., la destituyó de su cargo tras apenas 29 días, por negarse a avalar recomendaciones sobre inmunizaciones sin una revisión exhaustiva de la evidencia científica. He visto esto antes: la imposición de narrativas sobre los datos, una lección peligrosa que, por desgracia, se repite.

El senador republicano Bill Cassidy, al frente del poderoso comité de salud, expresó un escepticismo que comparto profundamente. Con la experiencia que dan los años, se reconoce cuando las explicaciones oficiales no cuadran. Cassidy, quien prudentemente elogió al presidente Donald Trump por su compromiso con el bienestar de los estadounidenses, dejó clara su perplejidad. No es para menos; los senadores acababan de confirmar el nombramiento de Monarez con el propio Kennedy ensalzando sus “credenciales científicas intachables”. La brecha entre esas palabras y la acción posterior es un recordatorio aleccionador de que en Washington, la lealtad a la ciencia a menudo choca con la lealtad a una agenda.

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