El periplo burocrático de un comandante muy conectado

El Viaje Fantástico del Nonagenario del Crimen

En un alarde de eficiencia que solo las repúblicas bananeras pueden permitirse, el jet privado del erario público ha emprendido por fin su vuelo, tras una noche de romántica pernocta en los brazos del aeropuerto El Dorado de Bogotá. Su preciada carga: un anciano caballero, un abuelito con más alias que un luchador de los años 50, acusado de frivolidades como dirigir un cartel criminal.

La aeronave, un Challenger 605 de la Fiscalía General de la República, parece haber contraído el síndrome de la indecisión adolescente. Primero dijo que iba a Cozumel, quizá a que el detenido disfrutara de un rápido snorkel antes de su ingreso en prisión, pero luego, en un arrebato de seriedad, cambió de rumbo hacia Bogotá. Todo un tour sudamericano a cargo del contribuyente, porque un vuelo directo de Paraguay a México sería demasiado prosaico.

El Gobierno de Paraguay, en un ejercicio de soberanía migratoria que huele a oportunismo con olor a rancho, ha hecho la pirueta jurídica del siglo: ha esquivado el tedioso y lento procedimiento judicial ordinario con la elegancia de un patinador artístico. ¿Para qué perder tiempo con jueces, abogados y esas minucias llamadas “derechos”, cuando se puede ejecutar una decisión migratoria soberana? La justicia, al fin y al cabo, es tan lenta… y este caballero tenía una cita ineludible en el penal del Altiplano.

Todo ello después de que el susodicho, con una temeridad que roza el heroísmo, rechazara la vía rápida de entrega voluntaria. Prefirió el drama, la incertidumbre, el vuelo charter con escala incluida. ¡Qué hombre! Mientras, un séquito de funcionarios de alto rango de inteligencia, migración y fiscalía hicieron el viaje de ida y vuelta para escoltar a un solo pasajero. Una eficiencia energética y logística que haría llorar a Greta Thunberg.

El detenido, encontrado en una lujosa residencia con dinero en efectivo y joyas (quizá para jugar al Monopoly, quién sabe), se niega a facilitar las cosas. Es comprensible; cuando uno ha sido Comandante H, acostumbrado a dar órdenes, debe ser duro aceptar que ahora le ordene un juez. La orden de captura y la ficha roja de Interpol son solo detalles técnicos en esta ópera bufa de la justicia internacional.

Así, entre cambios de rumbo, decisiones soberanas exprés y un séquito de burócratas volando a través del continente, se escribe el nuevo capítulo de la lucha contra el crimen: una comedia de errores con final previsible, donde el único que viaja sin turbulencias es el absurdo.

RELACIONADOS

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio