Un deceso durante simulacro reabre el debate sobre protocolos de emergencia

Un hombre en situación de calle falleció este viernes en el Centro Histórico de Guadalajara minutos después de que se activara la alerta sísmica como parte del Simulacro Nacional. Los hechos ocurrieron en el cruce de la avenida Miguel Hidalgo y la calle Pedro Loza, donde testigos presenciaron el colapso repentino del individuo.

 

Según relatan personas que se encontraban en el lugar, la víctima conversaba momentos antes de que comenzara el ejercicio de prevención. La activación inesperada de las sirenas habría provocado una reacción de pánico intenso, seguida de un desplome inmediato. Paramédicos que acudieron al lugar confirmaron la ausencia de signos vitales tras practicar las primeras valoraciones.

 

La causa preliminar reportada por los servicios de emergencia fue un paro cardíaco, presumiblemente asociado a una condición preexistente. Sin embargo, múltiples testigos insistieron en que el factor desencadenante fue el impacto emocional producido por el sonido estridente de la alerta, un elemento que ha reabierto la discusión sobre los protocolos de actuación en este tipo de ejercicios masivos.

Elementos de la Comisaría de Guadalajara acordonaron la zona y notificaron al Ministerio Público, dando paso a la intervención del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, que se encargó del levantamiento del cuerpo y de iniciar la investigación correspondiente para determinar las causas exactas del fallecimiento.

 

Este incidente plantea cuestiones técnicas y operativas de gran relevancia para las autoridades de Protección Civil. Por un lado, subraya la importancia crítica de los simulacros como herramienta de preparación ante desastres reales; por otro, expone los posibles efectos adversos de las alertas sonoras en poblaciones vulnerables, ya sea por condiciones de salud preexistentes o por exposición a contextos de alta tensión psicológica.

 

Expertos en gestión de emergencias señalan que, si bien es imposible eliminar todo riesgo asociado a estas prácticas, es fundamental complementar las señales acústicas con campañas informativas que anticipen su ejecución, especialmente en zonas de alta concentración urbana. La comunicación clara y repetida sobre la naturaleza ficticia del evento puede atenuar respuestas de miedo extremo.

Además, el caso invita a reflexionar sobre el diseño mismo de las alertas: su tono, volumen y patrón acústico. Algunas investigaciones sugieren que ciertas frecuencias sonidos o secuencias pueden resultar menos abruptas para personas con vulnerabilidades cardíacas o sensibilidad auditiva, sin sacrificar su efectividad para movilizar a la población.

 

Lo ocurrido en Guadalajara trasciende lo anecdótico y se inserta en un debate necesario: cómo equilibrar la indispensable cultura de la prevención con un enfoque humanitario que considere las distintas condiciones físicas y emocionales de las personas. La mejora continua de los protocolos no solo salva vidas durante emergencias reales, sino que también protege a la ciudadanía durante los ensayos que preparan para ellas.

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