La máquina burocrática festeja mientras Iztapalapa cuenta sus muertos

En el grandioso escenario de la Comedia de los Horrores Nacionales, el acto principal lo protagoniza una pipa de gas que, cual artista rebelde, decidió liberar su contenido en el Puente de la Concordia, un nombre tan irónico que sólo podría haber sido concebido por un burócrata con un oscuro sentido del humor.

El elenco de esta tragicomedia, dirigida por la siempre eficiente Secretaría de Salud, ha visto cómo su número de personas sin vida asciende a la respetable cifra de 27. El más reciente incorporado a este exclusivo club es Ricardo Corona, de 38 años, quien tuvo el dudoso honor de cerrar el acto en el Hospital Rubén Leñero, establecimiento que seguramente pronto recibirá una condecoración por su impecable servicio post-mortem.

Mientras tanto, el siniestro sigue dando frutos para la estadística nacional: 18 damas y caballeros disfrutan de una estancia hospitalaria pagada por el erario, y otros 39 afortunados ya fueron devueltos a la realidad, probablemente añorando los deliciosos manjares de la dieta institucional.

La obra continúa en cartelera, demostrando que en el gran teatro del absurdo mexicano, la fuga de gas no es sólo un accidente, sino una metáfora perfecta de un sistema que desde hace décadas pierde por todos sus poros el combustible de la dignidad humana.

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