Querétaro da lección de contragolpe y hunde a Pachuca

En esta liga, la etiqueta de favorito a menudo pesa más que la propia calidad del equipo. Lo he visto una y otra vez a lo largo de los años. El partido entre Pachuca y Querétaro fue el recordatorio perfecto: un cuadro en crisis de confianza frente a un rival que llegó sin nada que perder y con un plan claro. Esa es la combinación más peligrosa en el fútbol.

Desde el pitido inicial, se notó la ansiedad de los Tuzos. Querían resolver rápido, forzar la jugada, y ese desespero siempre te pasa factura. A los 11 minutos, esa presión los llevó a cometer un error infantil en el área: una falta innecesaria de Sergio Barreto que el árbitro no tuvo más remedio que señalar. En mis tiempos, a eso le llamábamos “regalarle la entrada al gallinero”. Y cuando le das un penal a un delantero con algo que demostrar, como Santiago Homenchenko, el desenlace está casi escrito. La llamada “Ley del Ex” no es superstición; es pura psicología. Un jugador que enfrenta a su antiguo club tiene un punto que probar, una herida que cerrar. Homenchenko no solo convirtió el penal, sino que luego pidió disculpas a la afición. Un gesto de clase que demuestra la compleja dualidad de emociones en este deporte.

Tras el gol, Pachuca se lanzó al ataque con más ímpetu que ideas claras. Un cabezazo de Kennedy que se elevó sobre el travesaño y un remate de Enner Valencia que Diego Reyes despejó milagrosamente en la línea, fueron los intentos más notorios. Pero aquí yace otra lección crucial: la furia sin dirección rara vez da frutos. El equipo de Jaime Lozano carecía de paciencia táctica, de ese juego elaborado que rompe defensas compactas.

El momento decisivo llegó al 36 minutos, con una jugada que es un manual de cómo ejecutar un contragolpe. Recuperación rápida en propia campo, transición veloz con pocos toques y la definición fría de Jhojan Julio. Esa es la esencia del fútbol efectivo: no se necesita tener la pelota todo el tiempo, sino saber qué hacer con ella cuando la tienes. Es un principio que Benjamín Mora, estratega de Querétaro, entendió a la perfección.

El segundo tiempo fue una muestra de gestión del resultado. Querétaro se replegó de forma ordenada, cerró los espacios y dejó que Pachuca se ahogara en su propia impotencia. A veces, la victoria no se trata de marcar más goles, sino de proteger con inteligencia lo que ya conseguiste. Los Gallos Blancos no solo se llevaron tres puntos invaluables de la Bella Airosa, sino que le dieron una cátedra sobre humildad y eficacia. Pachuca, por su parte, se queda con una alarmante racha de cinco partidos sin triunfo y la urgente necesidad de encontrar su identidad. En la Liga MX, no hay rival pequeño, solo mentalidades equivocadas.

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