México participa en la 80 Asamblea General de la ONU

El canciller de México, Juan Ramón de la Fuente, encabezará la delegación mexicana en el segmento de alto nivel del 80º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Su participación, en representación de la presidenta Claudia Sheinbaum, subraya el compromiso del país con el multilateralismo y la diplomacia como pilares de su política exterior.

Desde mi experiencia en estos foros, cada Asamblea General es un ecosistema único de diplomacia en acción. No se trata solo de los discursos en el gran salón, sino de las incontables interacciones en los pasillos, las reuniones bilaterales improvisadas y el pulso constante de las negociaciones que moldean el orden global. La cancillería mexicana confirmó que el secretario de Relaciones Exteriores asistirá a la cita, que se celebrará del 22 al 29 de septiembre en la sede neoyorquina de la ONU.

He aprendido que la verdadera agenda a menudo se desarrolla lejos de las cámaras. El comunicado oficial detalla que, además de las deliberaciones principales, el embajador De la Fuente tendrá una agenda paralela intensa. Participará en cruciales reuniones ministeriales para abordar los temas más apremiantes de la agenda multilateral y sostendrá encuentros bilaterales estratégicos con sus homólogos de otras naciones. Son en estos diálogos privados donde, frecuentemente, se tejen los acuerdos más sustanciales.

La cancillería reafirmó el inquebrantable compromiso de México con los principios constitucionales que rigen su acción exterior y con la Carta de las Naciones Unidas. Este no es un mero formalismo. A lo largo de los años, he visto cómo la consistencia en estos principios provee una brújula invaluable en un panorama internacional complejo y en constante evolución, siempre con la meta última de fomentar la paz y el bienestar de la población.

La Asamblea General, establecida en 1945, sigue siendo el principal órgano de deliberación, formulación de políticas y representación de las Naciones Unidas. Su poder reside no en mandatos coercitivos, sino en su legitimidad como el foro más inclusivo del mundo, un espacio donde cada nación, grande o pequeña, tiene voz. La participación activa de México en este mecanismo es una inversión estratégica en la gobernanza global y una demostración de su papel protagónico en los asuntos internacionales.

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