La pólvora y el desdén estallan en Santiago de Anaya

El Sublime Arte de la Pirotecnia Casera y la Ingeniería de Cohetes de Traspatio

En un acto de soberana maestría en el arte de la pirotecnia no regulada, la idílica comunidad de Cerritos, en el municipio de Santiago de Anaya, fue obsequiada con un espectáculo pirotécnico de alto calibre, cortesía de un emprendedor local. El evento, que superó toda expectativa de seguridad y sentido común, consistió en la detonación espontánea de un polvorín doméstico, una suerte de taller artesanal de cohetería que operaba con la discreción de una embajada dentro de una vivienda.

El estruendo, una firma acústica de la iniciativa privada, sirvió como la más efectiva de las alertas comunitarias, muy por encima de los obsoletos sistemas de sirena. La columna de humo, un monumento efímero a la inventiva popular, se alzó orgullosa sobre el paisaje, anunciando a kilómetros a la redonda que el espíritu empresarial, aunque peligrosamente volatilizado, seguía vivo.

La solidaridad vecinal, siempre ejemplar en estas latitudes, se movilizó no para prevenir la catástrofe, sino para constatarla in situ, acudiendo en masa al epicentro del boom económico literal. Fueron ellos los primeros respondedores en una cadena de mando donde el eslabón principal es la curiosidad.

El saldo, de apenas cuatro artesanos del estruendo con quemaduras de consideración, fue rápidamente atendido con un traslado al Hospital General de Actopan, donde los especialistas en trauma están perfectamente entrenados para lidiar con las consecuencias de esta particular forma de expresión cultural y económica.

Las autoridades, en un despliegue de eficiencia reactiva, acordonaron el área con la precisión de quien llega justo a tiempo para apagar las brasas. Elementos de Protección Civil estatal, municipal y hasta la Secretaría de la Defensa Nacional se unieron en una coreografía bien ensayada de labores de auxilio y verificación, confirmando que, efectivamente, algo había explotado.

La causa del siniestro, según los expertos en lo obvio, se desconoce oficialmente. No se descarta, sin embargo, la hipótesis más descabellada: el mal manejo de la pólvora. Una teoría radical que sugiere que almacenar material explosivo en una casa quizá no sea la mejor práctica de gestión de riesgos. Un misterio que se suma a los grandes enigmas nacionales, como la desaparición del sentido de la prevención y la normalización del riesgo evitable.

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