Silza evade responsabilidad tras explosión que dejó 27 muertos

En un espectacular despliegue de lo que los modernos manuales de relaciones corporativas denominan “estrategia de comunicación evasiva post-traumática”, la empresa Silza ha establecido un nuevo paradigma en el arte de la desaparición estratégica. A diez días de que su pipa de gas decidiera convertir el Puente de la Concordia en un improvisado teatro de operaciones bélico, los deudos de las veintisiete almas volatilizadas siguen esperando esa llamada de condolencias que, sin duda, debe estar perdida en la misma dimensión paralela donde habitan la responsabilidad social corporativa y los manuales de seguridad que nunca se aplican.

La Secretaría de Salud, en su afán por aportar datos macabros a esta tragicomedia institucional, informa con precisión burocrática que el conteo de cadáveres asciende a veintisiete, con la reciente incorporación de Ricardo Corona al club exclusivo de ciudadanos exterminados por el progreso. Mientras tanto, dieciocho damnificados sobreviven en hospitales, probablemente preguntándose si recibirán antes el alta médica o la primera disculpa de la empresa.

Saúl Santiago, sobrino de una de las víctimas que tuvo el mal gusto de fallecer después de una semana de agonía, tuvo la osadía de expresar su “inquietud” porque la empresa que transformó a su tío en una antorcha humana no se haya dignado a enviar siquiera un ramo de flores con tarjeta de disculpa. Edgar Santiago, taxista que trabajaba noches para ver las mañanas con su familia, demostró tener peor suerte eligiendo rutas que eligiendo prioridades vitales.

El protocolo post-desastre, perfectamente ejecutado por Silza, incluye: paso 1) explotar; paso 2) esperar que el escándalo mediático se disipe como el humo de los cuerpos calcinados; paso 3) delegar en la alcaldía los gastos funerarios (excelente manera de socializar pérdidas mientras se privatizan ganancias). Los familiares, que evidentemente no han leído el manual de víctimas sumisas, insisten en pedir ese concepto arcaico llamado “justicia” cuando lo corporativamente correcto sería agradecer su contribución involuntaria a los estudios de impacto social de la industria gasera.

Mientras los entierros se suceden en el Panteón Civil de San Lorenzo Tezonco, los ejecutivos de Silza deben estar ocupadísimos redactando ese comunicado de prensa que seguramente explicará cómo esta tragedia representa una oportunidad de crecimiento y aprendizaje para todos, excepto para los que aprendieron a respirar con máquinas antes de dejar de respirar definitivamente.

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